Año CXXXV
 Nº 49.644
Rosario,
domingo  27 de
octubre de 2002
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Condenado a 13 años de prisión por un crimen insólito
El enigma del ladrón que mató a su cómplice en un colectivo
Ocurrió en diciembre de 1991. El homicida fue detenido en Paraguay y extraditado

María Laura Cicerchia / La Capital

Los delincuentes subieron al colectivo de la línea 122 como dos pasajeros más y disimulando sus armas. En esa época no existía el pago con tarjetas magnéticas. Era diciembre de 1991 y los pasajes se abonaban al chofer. Eso hizo el más inexperto de los dos: sacó los boletos y se quedó cerca del conductor mientras su cómplice se perdía en el fondo. Una cuadra después, alentado por las señas de su colega, al fin se envalentonó y reclamó la plata. Entonces ocurrió lo menos esperado: el acompañante del ladrón, paraguayo como él, le hizo un certero disparo a la cabeza que lo mató en el acto. El terror de los pasajeros crispó el aire mientras el asesino caminaba decidido hacia el chofer y le exigía la recaudación. "Perdoname, negro", le dijo a su compañero antes de bajar de la unidad con más de un millón de australes en el bolsillo.
El motivo del crimen es una incógnita que acompaña hasta hoy a los testigos del episodio y a quienes juzgaron el caso. La condena del homicida llegó una década después, trámite de extradición mediante: le dieron 13 años. Pero el paraguayo es un hombre reñido con la ley. Por culpa de otras tantas manchas en su prontuario estará preso casi 22 años, según una resolución definitiva que acaba de confirmar la Cámara Penal.
¿Fue una reacción de furia por la impericia de su cómplice? ¿Un ajuste de cuentas? Eso sólo lo sabe Bernardo Salinas Bogado, el paraguayo de 40 años que hace once mató de un balazo a Cornelio Fernando Ruiz en el pasillo de un colectivo. Lo que sí está claro es que el hecho no fue accidental. Los pasajeros lo vieron sacar el revólver que llevaba en la cintura, apuntar y tirar en dirección a la cabeza de la víctima, que cayó ensangrentada al piso del coche. "Bogado mató a quien quería matar. La víctima era su amigo, de quien no esperaba semejante acción. Fue una situación lindante con la alevosía", evaluó Guillermo Fierro, uno de los jueces que intervino en el caso.
Ocurrió el 11 de diciembre de 1991 en el interno 13 de la línea 122. Salinas Bogado y Ruiz subieron al coche en la esquina de Bolivia y Deán Funes junto a otro pasajero que después de pagar se dirigió a su asiento. Salinas Bogado fue directo hacia la parte trasera del colectivo y permaneció de pie junto a a la última hilera de butacas mientras su cómplice abonaba los dos pasajes. Ruiz no se despegó del chofer, pero algo lo frenaba para cometer el robo convenido. Era evidente que estaba nervioso y necesitaba ayuda. "Vení, vení", pidió Ruiz a los gritos a su compañero apostado en la otra punta del colectivo. Pero éste no estaba dispuesto a moverse un centímetro de su posición y desde allí lo alentó: "Dale, ahora".
Ruiz no tuvo más remedio que entrar en acción. Exhibió su arma y le exigió al colectivero, Rubén Cabrera, el dinero de los pasajes. En el acto se escuchó un disparo proveniente de la parte de atrás que volteó a la víctima. Demostrando su aplomo y su sangre fría, el homicida se acercó con paso firme al chofer, lo desvalijó y abandonó la unidad tras dedicarle unas palabras de despedida a quien había sido amigo, vecino y compañero de trabajo: "Perdoname, negro", fue todo lo que dijo.

Un gesto extraño
Algunos pensaron que el muerto había subido obligado y que robó a pedido de su colega, porque era obvio que no manejaba la situación. "Siempre me pregunté si el sujeto realmente tenía intenciones de robar o si fue obligado a ello", analizó uno de los testigos del incidente. Otros creyeron que el homicida había planeado el hecho: "El de atrás parece que tomó la situación de excusa para dispararle".
Pero antes de escapar del país, Salinas Bogado tuvo el gesto de avisarle a los familiares de la víctima algo de lo que había pasado. Habló con una prima de Ruiz. "Avisale a la madre de Cornelio que está malherido", le informó. Pero cuando la mujer pidió precisiones el hombre escapó. Con el tiempo, ese anuncio se convirtió en una prueba en su contra. "¿Cómo sabía Bogado lo que había ocurrido en el ómnibus una hora antes si, como expresa en su indagatoria, se enteró del hecho la mañana siguiente?", se preguntó Fierro en su fallo.
Además la prima de Cornelio lo había visto con la misma ropa que tenía en el colectivo. Y mucho tiempo después, cuando lo detuvieron en Paraguay y finalmente concedieron su extradición, una pasajera lo reconoció sin dudar en una rueda judicial.
A fines del año pasado el juez de Sentencia José María Casas, lo condenó a 13 años de prisión por el homicidio y el robo. Esa decisión fue confirmada por la Sala IV de la Cámara Penal, que recomendó que le unificaran esa condena con otras anteriores. Ahora la misma sala aprobó la pena única de 23 años y 10 meses de prisión. Incluye una condena a 2 años y 6 meses por privación de la libertad agravada; otra a 7 años de la Justicia Federal por infracción a la ley de estupefacientes; y los 13 que le dieron por el crimen de su amigo Cornelio Ruiz.



(Ilustración: Chachi Verona)
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