Rodolfo Parody / La Capital
¿Qué te dejó la victoria en los Juegos Panamericanos de Winnipeg? -Fue un premio a mi esfuerzo. No venía consiguiendo buenos resultados, me faltaban siempre diez para el peso y ahí se me dio. Para colmo, antes de viajar nos amenazaron que no nos iban a llevar si no dábamos el peso y yo era a uno de los que tenían apuntado. ¿Dónde guardás la medalla de oro? -Se la regalé a mi mamá y no tengo ni idea dónde la puso. Seguramente la tiene en una repisa donde pongo todos mis trofeos. No me gusta mirarla todo el tiempo, vivir del pasado. Ese momento lo tengo grabado pero ya fue. -Manejás un taxi hace varios años, ¿tuviste alguna historia similar a la de la canción de Ricardo Arjona, en la que el tachero seducía a una mujer casada? No, y si la tuve no la voy a contar (risas). -¿Preferís que los pasajeros te cuenten sus problemas o se queden callados? -Escuchás un montón de historias que no podés creer. La gente se descarga con vos, y te cuentan casi todos lo mismo: problemas con el banco, el corralito. Al final terminás siendo un psicólogo. Preferiría que se queden callados. -¿Qué te molesta más, que los gobernantes no apoyen a los deportistas o que se te arrimen para la foto cuando ganás? -Es una historia sin fin. Siempre aparecen en las buenas. De todos modos, no tuve contacto con muchos políticos. Me encontré con Binner cuando gané en Winnipeg y me pareció un buen tipo. -Se dice que toda persona tiene un minuto de fama en la vida, ¿el tuyo fue en Winnipeg? -Sí, no tengo dudas que fue ese. -¿El padre Ignacio hace milagros? -Nunca lo fui a ver, pero conozco gente que ha ido y dice que le hizo bien. Depende de la fe de cada uno. Si tuviera necesidad de ir me acercaría a él sin problemas. El tipo algo debe tener, pero mucho debe influir la fe de la gente. -¿Cuál es la mejor metodología para protestar: piquetes, escraches, voto bronca? -Obligaría a todos los políticos a trabajar en lo que hacemos nosotros todos los días. Y que vivan con el mismo sueldo que ganamos nosotros. Un mes nomás, a ver si se dan cuenta lo que padecemos. -¿Cuál es la virtud de los argentinos? -Es difícil. Nacionalistas no somos porque en ese caso no se iría nadie. En alguna ocasión también pensé en irme, pero después me di cuenta de que eso no estaba bien. Prefiero quedarme y, aunque sea un boludo más, pelearla acá para que todo se mejore. -¿Los argentinos tenemos lo que merecemos? -No, nos merecemos cosas mejores. Los errores de la política siempre los pagan la clase media y baja. -¿Cuál sería tu paraíso? -Quisiera tener una casa con jardín y un par de perros. No soy muy ambicioso. -¿Lo de la filosofía en el arte marcial es puro cuento? -El judo tiene dos áreas, los que se dedican a eso y los que compiten. A mí sólo me interesa competir. Suele ocurrir que vas a una práctica y por no saludar como corresponde te cagan a pedos. A mí todo eso no me va ni me viene. Lo mismo que rendir cinturones, no me importa. ¿Alguna vez llegaste tarde a algún acto gubernamental en el que vos eras el homenajeado? -Nunca. A todos lados trato de llegar a tiempo. -Sin embargo, cuando la Municipalidad despidió a los deportistas que se iban a los Juegos Olímpicos de Sydney, con Sebastián Alquatti (otro judoca) llegaron cuando ya había comenzado la reunión. -No me acuerdo. Y si fue así, la culpa seguro la tuvo él que llega tarde a todos lados. -¿Te perdiste pasar al estrellato cuando fuiste al programa de Susana Giménez y al final no pudiste salir al aire? -No, en realidad no me interesaba mucho estar en ese programa. Me llamaron porque siendo taxista había conseguido el oro en los Panamericanos, pero nunca intenté sacar provecho de esa imagen. En realidad, no me interesó que me llamara Susana Giménez. A mí me convocaban de todos lados y yo trataba de ir. -¿Es cierto que la producción del programa te pagaba el viaje en avión pero decidiste regresar en auto con unos compañeros taxistas? -Sí. Estaba en un hotel en el que ni sé que hacía ahí y la productora del programa me informó que por cuestiones de tiempo Susana no me iba a poder entrevistar. Les dije que no me importaba, si no quería estar ahí. Encima tenía que hacer una exhibición con ella. Qué carajo iba a hacer. Entonces me fui al Sindicato de Taxistas, donde había una reunión, y esa misma noche me vine en auto. -Como taxista, ¿viste en alguna parte del mundo calles más destruidas que las de Rosario? -No, nunca. Es un desastre. Te volvés loco manejando.
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