La quinta presidencial de Olivos se inundó ayer de periodistas santafesinos, que vieron y escucharon cómo el gobierno nacional proporcionó certezas para auxiliar financieramente la finalización de las obras del puente Rosario-Victoria (ver sección Ciudad). Pero, como música de fondo del trascendente anuncio, se colaron la interna justicialista, la renuncia del presidente y el inocultable deseo gubernamental de que Carlos Reutemann sea candidato presidencial.
"No quiero hablar de las negativas de Lole a ser candidato porque después se enoja conmigo", respondió el jefe del Estado a una consulta de La Capital, mientras el auditorio estallaba en una carcajada y el santafesino hacía gestos visibles de no querer expresarse más sobre el tema.
Sin embargo, durante el almuerzo que prosiguió a la conferencia de prensa, Duhalde y Reutemann (aun mediante el intercambio de bromas) volvieron sobre la cuestión. Mientras el verde de la quinta de calle Villate al 1000 se hacía ver ante los ojos curiosos de los hombres de prensa, Duhalde llegó al quincho, se desprendió de su saco, aflojó el nudo de su corbata y soltó: "Con lo que les gusta Olivos a ustedes, el Lole les haría un favor si es presidente. Estarían acá todas las semanas". Reutemann abrió los ojos, insinuó una mueca y se preparó para contar una anécdota.
"Los otros días Chiche (por la esposa del presidente) hizo el último intento para convencerme: como sabe que me gusta la natación me llevó a ver la pileta de la quinta y me dijo: Mirá qué linda, ¿no te gustaría tenerla toda para vos? Por ahí digo que sí para aprovecharla", se despachó el gobernador con un humor inmejorable. Y siguió: "Es tan grande (la quinta) que por ahí la corto por la mitad y le meto soja".
"Che, Hermes, ¿y tu partido cómo está para las elecciones, vas a ser candidato a gobernador", le preguntó Duhalde a Binner. "Lo que pasa es que tenemos la ley de lemas, no te la recomiendo para que la impongas a nivel nacional", le contestó como un susurro el intendente. ¿Y por qué no derogan esa ley?", repreguntó el presidente. "Eso preguntáselo al Lole", se animó a meter el bocadillo Binner. Y Duhalde socializó la pregunta levantando la voz: "Che, Lole, dice Binner que le saques de encima la ley de lemas". Reutemann abrió los ojos, miró a su derecha y pasó la pelota. "Preguntale a (Jorge) Obeid", disparó en relación al diputado nacional que quiere volver a ser gobernador. Pero éste no se quedó atrás: "Eduardo, lo que sirve no se toca", sentenció. Binner abrió los brazos y miró al presidente como queriéndole decir: "Estos la quieren mantener hasta el fin del mundo".
Como buen anfitrión, Duhalde preguntaba si el asado estaba a punto. Ensimismado con el vacío a la parrilla, un voraz periodista de LT8 le preguntó al jefe del Estado "dónde compran la carne". El presidente mandó a consultar con el parrillero y contestó sin problemas: "En un supermercado Coto de acá cerca".
Con la comisura de los labios en posición normal (un síntoma de estar pasando por un buen momento), Duhalde se regodea al recordar los 5 goles que Banfield le hizo a River, pero se lamenta por no haber ido a la cancha. "Creí que nos hacían 5 ellos", dice, y se larga a hablar de César Menotti y el Bambino Veira.
Cuando bajen las aguas
Cuando el almuerzo promedia, el titular de Televisión Litoral SA, Alberto Gollán, se suma al debate por el gravísimo problema sin resolver de las inundaciones en el sur santafesino. En cuatro minutos Reutemann hace un repaso milimétrico de lo que sucede en Melincué, Rufino y Teodelina, y se entusiasma con que la cuestión comience a mejorar.
"Presidente, ¿qué pasa si la Asamblea Constituyente le rechaza la renuncia", pregunta La Capital mientras los demás comensales hablan de otra cosa: "Los diputados me prometieron que mañana mismo (por hoy) van a comenzar a darle curso. Yo me voy el 25 de mayo", responde. "Pero imagínese que gane Menem las elecciones con tanta gente que, según las encuestas, no quiere ni que salga a la calle", vuelve a interrogar este diario. Duhalde suspira y hace un gesto como queriendo decir: "Que Dios no lo permita". Mira a su costado y se da cuenta de que el Lole está en otra cosa. Entonces, se acerca al cronista y por lo bajo pregunta: "¿Cómo hacemos para convencerlo?". La respuesta hace reír al presidente: "Es el satánico Doctor No".
Mientras el sol del mediodía convoca a esas modorras que tan bien describe Juan José Saer, el jefe del Estado, con la complicidad del cronista, trata de sacarle a Reutemann alguna nueva definición sobre su futuro presidenciable. No hay caso. El Lole intuye que se armó un complot, escucha cada una de las especulaciones y sonríe. A la hora de los postres queda explícito que Duhalde siente que sin Reutemann en la cancha el amperímetro seguirá sin moverse.
Lo mismo habían demostrado antes con gestos elocuentes la ministra de Trabajo, Graciela Camaño (a quien sus pares del gabinete tildan como la viuda negra del Lole, una chicana de esas que les gustan a los peronistas), y el titular de Interior, Jorge Matzkin.
Con el nudo de la corbata cada vez más bajo, el primer mandatario se levanta de su silla y pide un brindis por "la provincia de Santa Fe, Reutemann y los periodistas santafesinos". Antes de emprender la retirada, el celular del presidente suena más fuerte que nunca: lo llama Hugo Chávez, desde Venezuela, para invitarlo a una próxima cumbre.