| | cartas Despenalización del aborto
| La "ley seca", que en EEUU prohibió el consumo de alcohol, tendía a evitar el alcoholismo. Tuvo que ser abolida. En la práctica sólo sirvió para que pulularan las destilerías clandestinas, que vendían veneno a la gente, causando muchas muertes. En nuestro país ocurre lo mismo con la ley que penaliza el aborto. La frecuencia e impunidad con que esta práctica se realiza demuestra que, contrariamente a lo expresado por una lectora en esta sección, no es un efecto colateral, sino el principal de esta ley; significa generar un negocio. Pues en la práctica, sólo rige para quienes no tienen dinero para violarla. Salvo que se arriesguen a hacerlo en condiciones que, en un alto porcentaje, terminan provocando la muerte de la mujer. O sea que esta ley no sólo no sirve a su propósito, sino que además ocasiona una penalización que no contempla y una desigualdad social indeseable. Frente a esta situación, hay dos posturas: una, aceptarla pasivamente, pues, "lamentablemente siempre hubo diferencias entre ricos y pobres", como dice la lectora citada. Otra, la adoptada por la concejala Augsburger: promover una legislación a favor de la igualdad de oportunidades, principio básico de la democracia. Además está la libertad de conciencia, concepto que la penalización del aborto también afecta, pues su fundamento, la idea de que la vida proviene de Dios, es irrrebatible, pero se basa en una fe que no todos comparten. Estar a favor de la despenalización del aborto no es estar a favor del aborto; es estar a favor de la igualdad de oportunidades, de la libertad de conciencia y de la vida. DNI 12.523.270
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