Año CXXXV
 Nº 49.640
Rosario,
miércoles  23 de
octubre de 2002
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Nuevas tecnologías unidas a la voluntad de saber

Leandro Regalini (*)

Cuando el viento deja de acompañar la cotidiana danza de las hojas de los árboles, el silencio se apodera de las calles de Wheelwright -comuna ubicada al sur de la provincia de Santa Fe-. El lugar se ubica cerca del límite fronterizo con Buenos Aires, y combina en su pintoresca fisonomía urbana a industrias textiles, metalúrgicas y agropecuarias, con casi siete mil habitantes amantes de un lento transitar propio de otros tiempos.
Eduardo Ladislao Corral Ballestero hace apenas 8 años que diariamente se saluda con sus vecinos de Wheelwright, pero igual ellos conocen toda su historia y por eso le tienen tanto afecto. De chico correteaba detrás de alguna pelota o algún barrilete junto a sus amigos en alguna calle porteña. Era un chico como cualquiera, salvo que una serie de trastornos que su madre sufrió en el parto -el 12 de julio de 1953 -, llamarían al silencio al resto de sus días. La naturaleza dictaminó que sería sordo de por vida.
Como una añeja ley nacional lo indica -ley que en otros tiempos se cumplía a rajatablas-, los niños debían concurrir a la escuela obligatoriamente, pero esto a Eduardo no le preocupaba. A pesar de las dificultades físicas, la posibilidad de aprender lo apasionaba. Así pasaron la escuela Oral modelo (para personas hipoacúsicas), la Normal Río de la Plata, para culminar con un bachillerato en el Domingo Faustino Sarmiento. Pero sus objetivos académicos crecían al ritmo de su edad.
Tras un fracasado paso por la Universidad de Buenos Aires (UBA) en la carrera de ingeniería civil, se dio cuenta que su hobby, la informática, y su profesión podían coincidir. Pero la licenciatura en análisis de sistema en la Universidad de Belgrano se halló eternamente interrumpida por dificultades económicas que la familia Corral Ballestero atravesaba.
"Fueron momentos difíciles, los más duros de mi vida -sostiene en un mail Eduardo-. Pero con el apoyo de todos pude salir adelante". Todos en un comienzo era "todo" y se llamaba Graciela, "La Chola", su actual mujer y la madre de sus dos hijos. El amor hizo que la pareja se afincara en Wheelwright, de donde era oriunda Graciela. Atrás quedaba la idea de estudiar.
Con el paso de los años, la decisión de volver a los libros se hacía cada vez más fuerte. Sólo faltaba buscar la forma. Pero no era fácil. Las exigencias de los estudios universitarios no corrían de la mano con sus aptitudes físicas. En la búsqueda se encontró con la propuesta del sistema de educación a distancia que ofrece la Universidad Nacional del Litoral (UNL) a través de su Red Multicampus, que se expande por Buenos Aires, Corrientes, Entre Ríos, Córdoba, San Luis y Santa Fe, bajo la supervisión de un grupo de profesionales nucleados en el Centro Multimedial de Educación a Distancia (Cemed).
"Un día me llegó un mail de una persona que me preguntaba si alguien con dificultades auditivas podía realizar el ciclo de mantenimiento de PC, centros y aulas informatizadas -cuenta Carlos Cavalín, profesor titular de este ciclo-. Y le contesté que sí. Nuestro sistema de enseñanza audiovisual era muy beneficioso para este caso".
"En esta situación estamos en presencia de un ejemplo de las facilidades que la tecnología le otorga a la enseñanza. Y de la importancia de la capacitación pedagógica para afrontar este tipo de realidades que se presentan", finaliza Cavalín. Desde hace algo más de un año, Eduardo Corral Ballestero concurre al Centro de la Red de su localidad, ubicado en la Municipalidad de Wheelwright. Allí sus monitoras -Norma y Alicia-, sostienen alegremente que "su progreso es continuo y sin mayores dificultades". Según Eduardo, "es muy importante que exista un sistema de aprendizaje como éste, que a la distancia posibilita acceder a una educación y un título de nivel superior. Voy en camino de conseguir ese título que siempre quise y así comenzar a trabajar en mi profesión".
Eduardo actualmente trabaja en un comercio de su localidad, pero sabe que está a pocos meses de cumplir un sueño que cambiará el resto de sus días. Y lo sabe muy bien. Porque más allá de la meta y los obstáculos que se interpusieron en su camino, pudo entender que no hay que darse por vencido tan fácil. "Nunca es tarde para emprender cualquier camino, cuando se tiene voluntad de transitarlo -reflexiona-. Pero se necesita apoyo en el inicio de los estudios, para luego demostrar, y demostrarte, lo que valés con tu esfuerzo".
El viento ha dejado de soplar en Wheelwright. Los bancos y los juegos de la plaza han quedado cubiertos de polvo. Pero en el lugar algo brilla, y no es el sol de un crudo invierno más. Se trata de una sonrisa que ha burlado el destino. Es esa misma sonrisa que se aparece en el rostro de Eduardo cada vez que él se sienta a estudiar.
(*) de la Universidad Nacional del Litoral


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