Rodolfo Bella / La Capital
Soledad Silveyra regresó a la conducción de la tercera temporada de "Gran Hermano". La actriz aseguró a La Capital que no sólo confía en un producto que no afectará su prestigio, sino que instala su imagen en una tercera generación de espectadores. Silveyra resumió en siete palabras el significado del regreso a la tevé al frente del reality show de Telefé: "Trabajo, emoción, peligro, exposición, convencimiento, amor y crecimiento". -¿En ese orden? -Así es como me fueron saliendo. No sé si en ese orden. Si fueras psicoanalista tal vez la podríamos seguir en la próxima (risas). -¿Peligro en qué sentido? -Habiendo una persona como Viviana (Colmenero, quien trabajó como prostituta), o el caso de Matías (Bagnato, que confesó su homosexualidad). Siento que son dos temas que los medios van a usar y me preocupa por las circunstancias, sobre todo de Viviana. -¿Se apunta a la polémica cuando se elige una chica que ejerció la prostitución o a un homosexual? -Creo que es darle la palabra a alguien que no tiene muchas oportunidades de que lo escuchen. De todas maneras yo no formo parte del casting. Soy contratada por el canal para conducir, pero confío en la responsabilidad de ellos. -¿Significa que te involucrás más allá de lo profesional? -Me siento responsable. Estos pibes, en algún punto, me dieron la posibilidad de trabajo. En realidad me la dio Telefé, pero sin ellos, yo no estoy ahí tampoco. Entonces me siento parte del equipo. Siento que tengo que estar al lado de ellos. -¿Qué te producen las críticas? -La verdad es que me duelen. A veces me enojo cuando hablan con cierta frivolidad. No te puedo decir que es como si hablaran de un hijo mío, pero están hablando de mi gente. Esto sin divagar con que son míos, pero somos un equipo. Ellos hablan conmigo, soy la única cara ajena que ven en los cuatro meses de convivencia. A veces también me quejo de esos comentarios. -¿Cuáles te dolieron más? -Leí la comparación del programa, de parte de gente que respeto, donde se decía que el programa era nazi. Me parece que si bien (George) Orwell escribe "1984" contra Stalin, creo que no es lo mismo. Me parece casi comparar épocas negras de la Argentina con épocas económicas y de decadencia política negra de la Argentina, pero donde no nos matan en la calle. Realmente no creo que el programa sea nazi, porque jamás lo haría. Creo que abre posibilidades, que hay un muestreo de la sociedad, que es un proceso que se está dando en el mundo de querer ver las personas comunes en su aquí y ahora. -¿Y cuando los comentarios apuntan directamente a vos? -Me la banco. Mi certificado es la gente en la calle. Recibo muchísimo afecto, fuerza para que siga, o elogios como que estoy divina... La gente es muy buena y maravillosa: cuando estoy deprimida, salgo a la calle (risas). -¿La conductora es un personaje? -No sé... Creo que es una profesional que investiga, que estudia, que está atenta. Desde que tomo el ascensor y cuando finalmente estoy en el piso, el corazón me late porque trabajar en vivo es más fuerte. Siento que le estoy peleando a la vida, que me palpita el corazón y me gusta sentirlo. Siempre se puede tener un resbalón, pero, bueno, es humano. Además estoy convencida de lo que hago y de alguna manera intento humanizar las relaciones con los participantes. -¿Ese fue tu objetivo, al margen de las pautas que marca la producción? -Yo venía con todos los comentarios de los precedentes del programa en otras partes del mundo. Evidentemente era un producto importante y a mí me servía también para insertarme en una nueva generación. Yo siempre estoy pensando en las nuevas generaciones. A mí no hay nada que me emocione más después de las funciones de "Made in Lanús" que el padre le diga al hijo "mirá, fue mi novia de Rolando Rivas"; o el de 20 que me hable de "Campeones" y el de 11 de "Gran Hermano". Siento el mismo afecto y estoy convencida de que "Gran Hermano" no me va a desprestigiar porque creo en el trabajo y en lo que se está haciendo. -¿Sentiste prejuicio en un primer momento de formar parte del programa? -Prejuicio no, para nada. Tuve terror y vivo teniendo terror (risas). Es un estado de adrenalina permanente. Son vidas que se están conociendo en un juego muy difícil y por eso estoy permanentemente con el corazón en la boca, pero son las reglas del juego. -¿Cómo afectó la crisis a la producción? -Se bajaron todos los costos. Yo gano la mitad de lo que ganaba el año pasado; hay menos productores y la crisis también se siente ahí, y de qué manera... Pero eso no afectó la calidad de la producción. -Tenés dos trabajos y pareja ¿se puede decir que estás en un buen momento? -Yo trato de no registrar demasiado eso. Yo laburo. Me siento privilegiada como cualquier argentino que hoy tenga trabajo. Además, cuando te agrandás, te achican... (risas).
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