Año CXXXV
 Nº 49.639
Rosario,
martes  22 de
octubre de 2002
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Entrevista a la especialista en política latinoamericana
Anabella Busso: "Lula expresa el reclamo de recuperar funciones del Estado hoy abandonadas"
El voto en Brasil no significa tanto un giro a la izquierda como la exigencia de políticas neokeynesianas

Pablo Díaz de Brito / La Capital

Para la especialista Anabella Busso, Lula, de ganar como se prevé la presidencia de Brasil, buscará aplicar un programa de tipo neokeynesiano: una discontinuidad con las llamadas políticas neoliberales, pero a la vez una propuesta muy alejada de los planteos de la izquierda radicalizada. Y en América latina en general, "es más factible que los votos giren hacia ese sector (de centroizquierda) que hacia la extrema izquierda". Busso, profesora de Política Internacional Latinoamericana de la Escuela de Relaciones Internacionales de la UNR, cree que la globalización tal como se la conoció hasta hoy deberá moderarse ante esta demanda de la población por un mayor rol del Estado: "Hoy los efectos negativos de la globalización han superado ampliamente a los positivos, que también existen". Pero en esa recuperación del rol del Estado se deberán dejar de lado "los vicios por los cuales esas políticas fueron abandonadas; uno tiene que tratar de hacer memoria y asumir sus responsabilidades", advierte. También lamenta que el unilateralismo de la administración Bush provocó el resurgimiento de "un fuerte sentimiento antinorteamericano, cuya desaparición era el cambio más importante que se había producido en el hemisferio en los 90".
-Previsiblemente, Lula ganará en la segunda vuelta y será presidente de Brasil. Usted ha desarrollado recientemente la hipótesis de una "hegemonía regional benévola" de Brasil bajo la presidencia de Lula.
-De ganar Lula, el escenario de la "hegemonía benévola" de Brasil será el más probable: le permite a Brasil defender su condición de líder regional y a su vez mantener una relación consensuada con los países vecinos y conseguir el apoyo para este liderazgo, que Brasil necesita y que probablemente -si es con estas características- también la región necesite. Además ha llegado el momento que se evalúen los resultados del consenso de Washington, que América latina tomó a rajatabla en los 90 y ahora vemos que algunas políticas deberían haberse aplicado con más cuidado. No digo desecharlas, pero hay muchas maneras de llevar adelante una apertura comercial. En la década del 90 en muchos países de la región se había desvanecido un histórico sentimiento antinorteamericano. Se veía más fluida y normal la relación con EEUU. Pero el tipo de política de Bush en lo que refiere al abandono de la región en su crisis económica y la desjerarquización en la agenda de Washington de América latina en función de la guerra contra el terrorismo han abierto la puerta a que reaparezca este sentimiento antinorteamericano, cuya desaparición para mí era el cambio más importante que se había producido en el hemisferio en los 90. Un cambio de tipo cultural, que involucraba a sectores importantes de la sociedad civil de América latina, y que ahora retrocede notablemente.
-Y en este marco aparece el voto masivo por Lula.
-Justamente. El voto por Lula muestra un reclamo de cambio. Lo que podríamos preguntar es si ese reclamo de cambio del pueblo brasileño, también presente en otras sociedades latinoamericanas, es realmente un giro a la izquierda o un reclamo por un mayor compromiso de la clase politica con la sociedad y una redefinición del rol del Estado. En el sentido que el Estado garantice lo que el mismo liberalismo nunca dijo que no debía garantizar: los autores liberales clásicos nunca negaron que el Estado debía hacerse cargo de la educación, la justicia, la salud pública, la seguridad. Aquí hay un cierto reclamo de neokeynesianismo, del Estado como generador de una demanda sostenida pero transitoria hasta que la economía se reactive, y del Estado como regulador de esos espacios económicos que quedaron no sólo en manos de actores privados, sino de privados transnacionalizados que adquirieron un poder paralelo y en algunos casos mayor al propio Estado. En esta segunda etapa que comenzamos a vivir de la globalización, esta va a ser redefinida. Ya se está instalando en distintos espacios políticos y sociales la idea de que si bien la globalización es difícil de detener, hay que enfrentarla con estrategias distintas a las usadas en los 90. Y entre estas diferencias aparece la reconsideración del rol del Estado en sus funciones básicas. Asistimos a un período en el que los aspectos negativos de la globalización han superado ampliamente a los positivos, que de hecho existen. A esta situación se responde con una reubicación de la política en el lugar que debe tener: no tiene que desaparecer, tiene que mejorar y representar. Y recuperar algunas funciones de la política y del Estado que fueron abandonadas. Pero en esa recuperación se deben dejar de lado los vicios por los cuales fueron abandonadas; uno tiene que tratar de hacer memoria y asumir sus responsabilidades. A inicios de los 90, el discurso del neoliberalismo en América latina prendió bien porque las que habían sido políticas correctas en su momento se habían deformado. Había errores de administración en las empresas públicas y un nivel de corrupción importante.
-En Brasil, por ejemplo, con las privatizaciones telefónicas, el número de líneas en servicio se multiplicó por cuatro en pocos años, algo imposible de imaginar con las estatales. Lo que falla hoy claramente es la presencia de un Estado regulador creíble y severo.
-Exactamente. Los entes reguladores, que son el espacio que le ha quedado al Estado después de la era neoliberal, no funcionan como deben.
-Pero es dudoso que hoy haya espacio para un planteo neokeynesiano: con la administración Bush y el Alca que se viene, la posición de la misma Europa.
-No sé si hay espacio para plantearlo en términos puros de neokeynesianismo, lo que sí creo es que se convierte en modelo de referencia de lo que un Estado puede abandonar y de lo que no puede abandonar. Y debemos tener en cuenta que los Estados desarrollados nunca lo perdieron a este modelo, siempre preservaron al Estado en sus funciones tradicionales.
-Volviendo a Brasil, ya se está produciendo la ruptura de la izquierda radicalizada con el plan de alianzas de Lula.
-Desde este extremo ideológico está claro que hay un planteo de ruptura total con el sistema. Y el de Lula es el de reconocer los problemas sociales y tratar de solucionarlos, pero dentro del marco de gobernabilidad; es llevar al gobierno central gente con la que se identifica para que lo gestione desde su ideal de centroizquierda, mientras mantiene abierto el diálogo con todas las fuerzas políticas, porque se necesitan para lograr gobernabilidad. Los sectores más radicalizados afirman por el contrario que hay que romper con este sistema tradicional e instalar uno nuevo con componentes de izquierda pura. En la medida en que en América latina puedan aparecer partidos o nuevas formas de agrupaciones que entiendan las necesidades de la gente y trabajen en forma responsable tanto interna como internacionalmente, es más factible que los votos giren hacia ese sector de centro que hacia la extrema izquierda.



Busso dijo que Brasil tendrá una "hegemonía benévola".
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