| | Reflexiones Urgencia de un debate
| Gladys Onega
En la sociedad argentina es difícil romper un tabú, horadar una muralla de silencio hecha de temas que están instalados como inmodificables, como verdades naturales que son muy difíciles de cuestionar. Por eso saludo como un hecho beneficioso la serie de artículos y entrevistas que se han publicado y emitido sobre el tema de la despenalización del aborto. Y me permito dar mi opinión, la que debe tomarse como un aporte preliminar que no entra a considerar la enorme gama de medidas políticas, educativas y de salud que actúan como prevención de situaciones no deseadas. Por esas asociaciones de ideas muy rosarinas, me acordé de la frase escrita en las puertas de la Biblioteca Argentina y que siempre recordamos, como estímulo o risueñamente, quienes por años hemos asistido a ese ámbito municipal en busca de conocimiento y de placer por la lectura y por el conocimiento mismo: "Conocer es amar. Ignorar es odiar". Hoy me acuerdo de esa vieja y entrañable frase al ver que empieza a ponerse a la consideración del público una situación de las mujeres por todos conocidas, pero que algunos prefieren ignorar, es decir, desconocer y, muy a menudo odiar o despertar el odio. Una de las tareas de ciudadanos conscientes es contribuir al debate, no tapar el cielo con las manos, enfrentar con estadísticas lo que realmente pasa en los hospitales que reciben a las mujeres pobres, poner ante los ojos de la sociedad qué pasa con esas otras mujeres que ni siquiera concurren a ellos y que sufren un aborto inducido practicado en pésimas condiciones. Debemos hablar, decir públicamente lo que está pasando. Destapar los errores ingenuos o interesados, descubrir lo que significan las palabras, definir llanamente qué significa "despenalización" para no dar lugar a confusiones ni invocar fantasmas. Despenalizar el aborto significa simple y sencillamente que no "sea reprimida con prisión de uno a cuatro años la mujer que causare su propio aborto o consintiere en que otro se lo causare". Este es el castigo impuesto por el Código Penal por ese acto que hoy es un delito. Sabemos que en la Argentina se realizan alrededor de 500 mil abortos por año. Sabemos que bajo esa cifra -aproximada porque no hay estadísticas- hay entre un 35 y un 43% de muertes maternas, es decir que por cada 100 mujeres de nuestro país que sufren complicaciones de un aborto provocado hay 35 a 43 que mueren. Sabemos que, limitándonos a nuestra ciudad, en el Hospital Roque Sáenz Peña se reciben de 340 a 370 casos de hemorragias, infecciones y lesiones provocados por abortos. Sabemos que cada una de las maternidades públicas de la ciudad atiende diariamente a una mujer con complicaciones producidas por un aborto. Sabemos que "la cifra no es descabellada" porque "según los datos el 30% de las internaciones hospitalarias públicas obedecen a abortos hechos en malas condiciones". Se puede concluir que en Rosario los cinco hospitales públicos polivalentes atienden por año 1.750 pacientes con complicaciones de abortos. Si discriminamos por grupos de edad, sabemos que en 1995 la Maternidad Martin recibió 32 pacientes adolescentes que presentaban complicaciones por abortos. Sabemos que en 2001 se recibieron 48 adolescentes en esa situación. Sabemos que si bien la cantidad de partos de adolescentes (de 15 a 19 años) disminuye, la cantidad de abortos aumenta. Sabemos, finalmente, por las estadísticas del Indec que en las adolescentes (de 15 a 19 años) el aborto es la primera causa de muerte. No traemos a colación las consecuencias psíquicas y sociales sobre esta población vulnerable. Es saludable para el intercambio de ideas entre quienes piensan de distinta manera enfatizar que las estadísticas y cifras aproximadas sobre muerte materna se refieren siempre y en todos los casos y grupos de edad a hospitales y centros de atención públicos, porque es un secreto a voces que en clínicas y consultorios privados se practican abortos en buenas condiciones higiénicas a las mujeres que pueden pagar por ese servicio. Es decir, en la letra, en la Argentina está penalizado el aborto para todas las mujeres, pero no a todas las afecta de la misma manera el artículo 86 del Código Penal, sino solamente a aquellas que no pueden pagar las condiciones de asepcia de un quirófano, o lugar preparado al efecto, ni la atención de un profesional capacitado que acceda a realizar esa tarea. Este es el meollo de la cuestión y es propicio el momento de este debate de opiniones pues no solo a nivel municipal se plantea el tema de la necesidad de despenalizar el aborto sino a nivel internacional, donde la directora general de la Organización Panamericana de la Salud, la doctora Mirta Rosés, pidió exactamente esto en su discurso inaugural frente a los ministros de Salud de América, como uno de los instrumentos de políticas de salud que debían utilizarse para lograr la equidad de las mujeres de este continente. Tengamos claro estos conceptos y los actos que de ellos se derivan para no dar lugar a que quienes ignoran y odian siembren confusión e intolerancia y agiten consignas que no pertenecen a quienes quieren salvaguardar la vida de muchas mujeres que no pueden llevar a término su embarazo. Intervengamos en la polémica de la manera más racional posible sobre un tema que mueve profundos cuerdas de la intimidad femenina y digamos lo más claramente que seamos capaces si creemos que las mujeres tienen derecho a decidir una cuestión que les atañe vitalmente, decidirlo de acuerdo con su situación como mujeres, como parte de la pareja y de la familia y decidirlo de acuerdo con sus convicciones morales y religiosas. Digamos si creemos que tienen derecho a interrumpir su embarazo de manera segura y digna cuando sus circunstancias les dicten esa necesidad como una decisión para sí y sin ninguna pretensión de imponerse a otras mujeres. O bien si creemos que ese derecho les está prohibido y que otros, ajenos a ella, en este caso el Estado que legisla y penaliza, decida por ellas y las castigue si desobedecen.
| |
|
|
|
|
|
Diario La Capital todos los derechos reservados
|
|
|