La noche rosarina tiene sus secretos y sumergirse en ellos puede resultar una experiencia reveladora. Liberación sexual de por medio, la ciudad parece querer volver a los años en que era conocida como "La Chicago Argentina". Así, tras la apariencia de simples hogares o chalet familiares, florecen en distintos barrios curiosas casas de citas, prostíbulos y "lugares de diversión", donde cada noche es un encuentro con el sexo, lo prohibido y lo marginal. Hay de todo: despedidas de solteros y mujeres que se contornean sobre un caño plateado ante la ovación de una exaltada tribuna, camas redondas en donde pueden pasar cosas inimaginables y hasta insólitos sorteos. En fin, un circuito nocturno diferente, oculto, pero muy visitado. Códigos y entretelones de la noche más caliente de Rosario.
El tipo parece no entender nada. Pasó una y mil veces por la zona de la Terminal de Omnibus pero jamás se percató de que en ese lugar estaba uno de los centros más visitados de la "movida hot". Esta vez es distinto. La despedida de soltero culmina detrás de una inocente puerta donde entre luces de colores y voluptuosas mujeres, la noche de Rosario se ve distinta.
Un insólito cartel -escrito a mano pero muy prolijo- presenta las tarifas: "Piquito, $ 3 (depende de la duración e intensidad); piquito + apretada contra la pared, $ 5; piquito + apretada contra la pared + franela, $ 8; oral, $ 20, y servicio completo, $ 40". El lugar está colmado de muchachos que gritan y aúllan cuando una de las cerca de diez mujeres que bailan en el "boliche" comienza su show. Después, el de la despedida tendrá su regalito individual.
Lo más extraño llegará al final. Es que al ingresar, cada uno retiró un número para un sorteo. Y créase o no, el ganador accede a una práctica de sexo oral con alguna de las jovencitas.
Pero no es el único lugar donde los códigos y secretos de la noche caliente se revelan detrás de una inocente puerta. En Rosario hay varios, sólo es cuestión de buscarlos.
Fiesta, quincho y asado
La nueva "Chicago Argentina" no sólo tiene boliches donde todo puede pasar. También hay confortables chalet y privadísimos departamentos que se anotan dentro del circuito de la movida hot.
"Acá podés venir con tus amigos, se comen junto con las chicas un asadito en el quincho y después se arma el baile en el patio o en el living", informa por el teléfono la supuesta RRPP (encargada de relaciones públicas) de una de las tantas casas de citas.
El lugar es un chalet de la zona oeste de Rosario que en nada se distingue de las casas vecinas. Puertas adentro, una decena de mujeres despliega todo su arte a la hora de animar despedidas de solteros, cumpleaños y "todo tipo de eventos". Y como en la vieja Pichincha, está administrado por una madama que reserva los turnos y se encarga de conseguir la carne para la parrilla.
Por allí cerca, también en la zona oeste, otro chalet se suma a la movida. "Acá somos más privados, no atendemos despedidas de solteros, es otro nivel", dice una de las chicas en un intento por ganarle clientes a la competencia.
El tour sexual continúa en el centro. Esta vez la casa tiene dos plantas, un portero y una escalera que desemboca en las sugestivas curvas de una mujer. La escenografía se completa con una barra, el típico caño plateado de las películas yanquis y una cama redonda. "Acá el show es más privado, poca gente, tres buenos temas y muy lindas chicas", asegura un promotor.
El renacer de Pichincha
Y si de zona roja se trata es imposible no caer en el barrio de burdeles más emblemático de la ciudad: Pichincha. Allí, al principio de calle Callao, los códigos tienen características especiales: la oferta sexual no está oculta, sino que se exhibe sin tapujos detrás de un amplio ventanal donde convergen todas las miradas.
Maribí y Roxana se adueñan de piropos y bocinazos mientras se muestran adornadas por un fondo de luz opaca, mezcla de rojo y violeta, que se escapa desde el interior del local.
"La idea de mostrarnos en la vidriera se le ocurrió al dueño, que quiere atraer un poco más a la clientela", confiesa una de ellas y deja entrever a las claras que la recesión económica también llegó a los burdeles.
Manejan quizás los mismos códigos que utilizaban sus colegas de principios de siglo pasado: miradas sugerentes, oídos atentos para escuchar dramas y miserias humanas, y paciencia un poco limitada.
El tour sexual no se detiene. La movida está en muchos barrios de la ciudad. Allí, detrás de una inocente puerta, quizás esté el más poblado de los "boliches" calientes. Sólo es cuestión de descubrirlos.