Los argentinos siguen sin saber cuándo se harán las elecciones internas (si es que se llegan a realizar) y suman incertidumbre sobre la fecha de los comicios que consagrarán al próximo presidente. La política le está poniendo un broche (aunque jamás será de oro) a la mediocridad de su dirigencia, que se resiste a ofrecerle a la sociedad otra cosa que no sea más de lo mismo.
Una encuesta realizada por Carlos Fara en Capital Federal y provincia de Buenos Aires resulta un buen indicador para demostrar el estado de las cosas: si las internas del PJ fuesen cerradas, el ganador sería Carlos Menem, quien perdería espacio en la medida en que se abran las urnas a los independientes.
Una curiosidad: el riojano, Rodríguez Saá y Carrió aparecen con amplias chances de triunfar en las generales pero son también los más resistidos cuando se pregunta "¿a quién no votaría jamás para presidente?". Por eso los menemistas están denunciando que lo único que quiere hacer Eduardo Duhalde es derribar el cronograma electoral. Menem sabe lo que quiere y lo quiere ya.
"Analizando el nuevo escenario competitivo, Rodríguez Saá convoca a un electorado más transversal, joven, de clase media. Menem tiene un electorado propio, maduro y popular. Saá sintoniza más con las tendencias de la sociedad pero el riojano tiene más chances en caso de que la sociedad se desinterese de esta interna. Kirchner depende de que las elecciones se conviertan en la definición de un gran drama nacional para cosechar lo que intenta sembrar. Si todos fuesen a la interna, los otros candidatos ya no cuentan", fundamenta Fara en su muestreo.
Al igual que la totalidad de los sondeos, Mauricio Macri se impone como candidato a jefe de Gobierno porteño y (créase o no) en la provincia de Buenos Aires hay un virtual empate entre dos adalides de la mano dura: Aldo Rico y Luis Patti. Entre los dos suman casi el 30% por ciento de los votos y superan largamente a cualquier otro candidato.
La impresentable interna peronista (con denuncias de fraude, candidatos que quieren ir por afuera y absoluta falta de ideas) parece un coto de caza para aventureros que pretenden llegar al poder de cualquier manera. Poco parece preocuparles que el 71% de la población desea "que se vayan todos".
Los presidenciables con chances de arribar a la Casa Rosada siguen sin moverse de la quintita del 15% de intención de voto, una cuestión que genera sombras sobre la gobernabilidad futura. Sería trágico que al próximo presidente se lo devore la crisis, que la transición mal hecha siga demorando un urgente acuerdo de unidad nacional y que quien asuma ¿el 25 de mayo? crea que el destino del país depende pura y exclusivamente de un liderazgo providencial.
Los conocidos de siempre
Curiosa realidad la de un país que tembló por los cacerolazos de diciembre pasado, al punto de derribar dos presidentes constitucionales: a diez meses de la rebelión de los mansos, los candidatos son los de siempre, no surgieron liderazgos alternativos y no hubo renovación dirigencial.
En la Argentina de octubre de 2002 la única verdad es la imprevisibilidad, la voracidad suicida de ciertos políticos por mantenerse en la cresta de la ola cuando, está claro, la inmensa mayoría de la sociedad les bajó el pulgar.
Aunque a los candidatos no les importe, el voto negativo es lo único que crece.
El rechazo de Carlos Reutemann a pelear la Presidencia puso en un brete al gobierno. Y todavía no sabe cómo zafar. Sin candidato propio, el duhaldismo de paladar negro oscila entre buscar acuerdos con Néstor Kirchner, fijar reglas de convivencia con Menem y no perder de vista a Rodríguez Saá. Pero no son pocos los que frente al desolador escenario preelectoral acicatean al presidente para que su mandato vaya más allá del 25 de mayo de 2003.
No es un razonamiento descabellado en una Argentina irracional: un fallo de la Cámara que revoque la decisión de Servini de Cubría de suspender las internas postergaría todo el cronograma. Y podría haber Duhalde para rato.
Todo es posible cuando se perdió cualquier vestigio de sentido común. ¿No fue Perón el que dijo: "A este país lo arreglamos entre todos o no lo arregla nadie?". La tentación de salirse de los manuales (que puso al país fuera del mundo) sigue siendo una pésima costumbre argentina, tal vez la raíz de todos los males.