Año CXXXV
 Nº 49.637
Rosario,
domingo  20 de
octubre de 2002
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Sudáfrica: Rey de los zulúes
Cerca de Durban se encuentra Shakaland, una aldea de 400 habitantes que los norteamericanos les regalaron a los nativos luego de filmar la serie "Shakazulu"

Corina Canale

Cerca de la ciudad sudafricana de Durban, joya arquitectónica sobre el océano Indico, se levanta Shakaland, una aldea de 400 habitantes que los norteamericanos regalaron a los zulúes cuando abandonaron el lugar tras filmar la miniserie que fascinó al mundo: "Shakazulu".
En la aldea que los cineastas habían montado minuciosamente para el filme, existen casas redondas que recuerdan el estilo despojado de los iglú de hielo, de formas redondeadas y con techos de frondosas ramas entretejidas.
Las pequeñas viviendas se pueden armar y desarmar con facilidad, una costumbre ancestral que proviene del estilo de vida nómade de los zulúes. En ese viaje incesante que era la vida de este pueblo, hasta sus pocos muebles debían ser plegables.
En Shakaland es posible retroceder hasta el reino de Shaka, el rey de los zulúes, un guerrero que le ganó tres batallas a los ingleses utilizando, a falta de armas, enormes escudos para cubrirse, y técnicas estratégicas únicas.
En un tours de tres horas, "La experiencia de Nandi", nombre de la madre de Shaka, el visitante recrea la vida de la aldea en esos tiempos, escucha las leyendas que cuentan los ancianos, admira la vestimenta de los zulúes y asiste a la ceremonia de la cerveza.
Los anfitriones guían a los turistas luciendo sólo un taparrabos y collares de colores. Entre las historias que relatan hay una que se refiere a la costumbre de rodear los tobillos de las mujeres con una pulsera de pequeños cascabeles.
En realidad, los cascabeles son el fruto redondo y pequeño de un árbol, cuyas semillas suenan con el movimiento. Ese ruido era el que escuchaban los hombres para saber que las mujeres no se habían alejado demasiado.
También cuentan que sólo las mujeres solteras llevaban el pecho descubierto, mientras que las casadas no sólo lo ocultaban sino que usaban largas y pesadas polleras de cuero. Lo original de esta prenda es que tiene un pequeño escalón, atrás, en la cintura, para sostener a los niños que los dioses les enviarán.
Al jefe zulú hay que escucharlo con mucha atención, y en silencio, porque de otra manera suele enojarse mucho, una reacción mentirosa que ya es parte del recorrido por la aldea. Demostrando su sabiduría, el jefe crea un clima entre misterioso y denso cuando presenta, con reverencias, a un chamán y a su aprendiz, ambos con la cara blanca y el cuerpo pintado de colores intensos.
El jefe cuenta historias muy interesantes sobre "Shakazulú", a quien llamaban "el Napoleón negro". Cuenta que Nandi, al notar su embarazo, se lo dijo al padre, quien le respondió: "sólo es un parásito de agua en la panza".
La mujer tuvo a su hijo sin pedirle ayuda, y meses después llevó al ilegítimo ante el padre diciéndole "este es Shaka, tu hijo". El jefe explica que en la lengua de su pueblo el nombre de quien estaba llamado a ser rey de los zulúes significa "parásito". Y reflexiona sobre aquel doloroso episodio diciendo que su bravura deviene del rencor contra su padre, un sentimiento que nunca pudo mitigar.

Ceremonia de la cerveza
Y así, entre una historia y otra, se llega a la ceremonia de la cerveza, donde los turistas se sientan en el suelo, en forma de rueda. La mujer del cacique les acerca una calabaza con la bebida para que cada uno beba un sorbo. Sería una descortesía rechazar esa bebida espesa elaborada con maíz blanco molido.
Allí también enseñan cómo hacer crema y queso con una calabaza, una costumbre que el pueblo ha conservado. Enseñan a perforar la calabaza, en ambos extremos, llenarla con leche y moverla, lentamente, de un lado hacia el otro. Un método artesanal que apela a la lógica pura.
Después de la cena -un menú con comidas especiadas y aromáticas, y siempre con mucho curry- el jefe y su comitiva llevan a los visitantes a ver un espectáculo artístico en una enorme carpa de madera.
Los anfitriones van cantando por las calles a la luz de las antorchas, y al acercarse al lugar se percibe el intenso aroma de los sahumerios y del incienso quemado sobre piedras. Un grupo de mujeres jóvenes comienza un show al son de tambores, una música tribal que pasa de la calma al desenfreno.
El alojamiento para este paseo está dentro de la aldea y es un establecimiento de The Leading Hotels of the Worlds, que ofrece pequeñas cabañas redondas con el techo de ramas de las chozas zulúes.
Actualmente las tarifas hoteleras en Sudáfrica, por noche, por persona y con desayuno, están en 33 dólares en hoteles 3 estrellas; 40 en cuatro estrellas y 50 en cinco. Una comida en un buen restaurante cuesta 16 dólares; el litro de nafta súper 0,43, y tanto un café como una cerveza salen 0,80 centavos de dólar.
Para más información sobre el destino contactarse con el Departamento de Turismo de la Embajada de Sudáfrica, teléfono (011) 4317-2900, en Internet: www.southafrica.net


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