Año CXXXV
 Nº 49.637
Rosario,
domingo  20 de
octubre de 2002
Min 12º
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El viaje del lector
Punta del Este: Aguas mansas y pinares

Lorena Arroyo

En el mismo momento en que mi papá se apareció con un sobre que decía que era el propietario de unas semanas en Punta del Este, por no sé cuantos años (casi toda una vida), mis ilusiones de disfrutar vacaciones novedosas e inesperadas se vieron invadidas por la idea de pasar los días libres en un mismo tiempo compartido por casi el resto de mi vida.
Me imaginé teniendo que hacer malabares organizando mis cosas y poder llegar en la fecha establecida para el comienzo de las vacaciones. Cosa totalmente aburrida, ya que soy de las personas que le gusta dejarse llevar por las experiencias no planeadas y espontáneas.
Sin embargo, después de casi siete años vacacionando en el mismo lugar, me doy cuenta que el sitio está perfectamente planeado para no cansarse jamás de apreciarlo, disfrutarlo y sorprenderse.
Entendí que la clave de este lugar es su simpleza, el continuo contacto con la naturaleza y la gentileza de la gente que lo habita. La armonía en el movimiento de las copas de los pinos y el oleaje incansable de la playa Mansa brindan la tranquilidad necesaria para reponerse de un intenso año de trabajo.
Suena rara esta descripción de Punta del Este, ciudad definida por la popularidad y por las modas, pero debo admitir que esta maravillosidad natural existe, y yo la descubrí en un emprendimiento hotelero ubicado a 13 kilómetros de la península.
No sólo me pone bien la alegría de mi viejo, que goza de levantarse temprano para perderse en los pinares y juntar ramas para el asadito del mediodía, sino que yo misma a medida que crezco voy apreciando las bondades de nuevos rincones, sin olvidar los recuerdos que tengo sobre los primeros que descubrí.
Tengo en mis recuerdos cabalgatas por la laguna del Sauce, atardeceres en la playa Mansa, fogatas y guitarreadas con amigos de todo el país, caídas durante las bicicleteadas y caminatas por el Arboretum Lussich (una de las reservas forestales más importantes del mundo, integrada por una extraña colección de 370 especies arbóreas exóticas y 60 nativas).
Hoy me pone triste que la crisis del país quizá impida que viajemos y entonces no pueda reencontrarme con este maravilloso lugar, por el cual, cuando camino, mi mente revisa recuerdos de cada uno de sus rincones y nunca se cansa de seguir avanzando.


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