Jesús Capitani y Sergio Callejas murieron acribillados de 20 balazos en un paradigmático episodio de gatillo fácil. Mauricio Chumba Aguirre fue baleado por error, en un brazo, por un policía que buscaba un ladrón. Los dos casos encierran un mismo origen: la búsqueda policial de presuntos asaltantes con descargo desmedido de armas. Y un mismo autor: el oficial ayudante del Comando Radioeléctrico Mario Guillermo Farley.
Así surge de la investigación judicial del brutal procedimiento en el que fue herido el estudiante universitario Mauricio Chumba Aguirre, de 20 años, que en los últimos días individualizó al acusado del arriesgado disparo que el chico recibió en plena calle, cuando sólo por milagro no hubo otras víctimas ni consecuencias fatales.
Se trata de Mario Farley, un policía del Comando que el 28 de marzo de 2000 mató a dos adolescentes en un hecho presentado por la policía como enfrentamiento y que la justicia investigó bajo ese supuesto. En esa oportunidad, Farley actuó junto a dos colegas que también están libres. Todos ellos fueron desvinculados de los homicidios ante la conclusión judicial de que fueron las víctimas las responsables de sus propias muertes (ver aparte).
A los dos menores los acusaban de una serie de robos cuya participación en los mismos nunca se acreditó. Con consecuencias menos trágicas, el hecho en que fue gravemente herido Chumba Aguirre tuvo idéntico móvil. La policía -una patrulla del Comando- buscaba a dos sospechosos que huían en una moto por calle Centeno. Al volante iba el sargento Pérez. Lo acompañaba Farley.
El patrullero apareció en el cruce con Mitre y se metió por Centeno en contramano, justo cuando Mauricio se dirigía a la Universidad del Centro Latinoamericano (Ucel) de Pellegrini al 1300. Llevaba sus apuntes y material de estudio y minutos antes se había despedido de su padre, que lo vio partir desde un taller mecánico de la cuadra.
El procedimiento fue tan repentino como arriesgado: el móvil policial frenó frente a Mauricio, el oficial Farley descendió del auto y sin más disparó a quemarropa su Itaka 12.70 sobre el muchacho. Los vecinos y los nenitos que jugaban en la vereda enmudecieron. El padre del chico alcanzó a articular un reproche: "Qué hacés con mi hijo asesino, lo mataste", gritó. Los asaltantes que buscaban fueron detenidos minutos después de producido el balazo.
El estudiante cayó herido, cubierto en sangre, y fue trasladado al Heca por los mismos policías. Las perdigonadas le fracturaron el brazo izquierdo y le lastimaron el hombro y el torso.
No hubo una explicación clara de lo ocurrido: que se escapó el disparo, que se confundieron de ladrón o que el arma se gatilló cuando el oficial tropezó en la calle fueron las distintas versiones que brindaron los uniformados.
En el parte preventivo por el caso sólo asentaron una: que se produjo un disparo en forma accidental cuando el agente trató de cargar el arma. El juez que investiga el hecho, Edgardo Bistoletti, del juzgado Correccional Nº 8, requirió en forma anticipada las actuaciones a la seccional 15ª y solicitó que incorporaran en ellas un detalle que habían omitido en el primer parte oficial: el nombre del autor del disparo; que ahora figura como imputado de lesiones culposas en la carátula del sumario. Si bien esa acusación es preliminar, los investigadores tienen en claro que "hubo un accionar imperito, imprudente y que faltó al deber de cuidado", por lo que citaron al oficial para que en los próximos días preste declaración indagatoria.
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La Ciudad
