| | Reflexiones El legado de Grandoli
| Héctor Gustavo Pugliese (*)
La historia de la Nación Argentina está signada por hechos, acontecimientos y acción de patriotas que merecen nuestro permanente reconocimiento y que su recuerdo se proyecte en el tiempo por lo que fueron, por lo que hicieron y porque su actitud y comportamiento es digno de ser imitado. Nuestro país vivió sucesivas etapas desde su advenimiento a principios del siglo XIX, uno de esos capítulos fue la Guerra de la Triple Alianza, donde el país se vio comprometido en un conflicto armado de dimensiones continentales en 1865. Como en distintas circunstancias, cuando el país necesitó del aporte de sus hijos para defender lo que se había conseguido con tanto esfuerzo y derramamiento de sangre -la independencia y libertad-, ellos acudieron con fervor cívico al llamado de defender la celeste y blanca. La inminencia de la Guerra con Paraguay, apresuró los preparativos de tropas y pertrechos para acudir al campo de batalla. Rosario, no fue ajeno a esa convocatoria y contribuyó con medios y hombres para encolumnarse en el Ejército Aliado que partiría hacia el norte del país, con el Batallón que se denominó "El primero de Santa Fe". Por el despliegue y amplitud de las movilizaciones, la confrontación se proyectaba de grandes características y presagiaba sangrientos enfrentamientos no obstante se enrolarían hijos de esta ciudad, entre ellos Cleto Mariano Grandoli. Con tan sólo 16 años, a quien le cupo el honor de llevar la enseña patria, perpetuándose en la historia como el Abanderado, no sólo por llevar el pabellón sino porque su arrojo, coraje y vocación de servicio lo convirtió en un abanderado de la causa. Los campos de Paraguay vibraron ante cruentos combates y muestras de valentía, testimoniada en la carta que un día antes le escribiera a su madre el subteniente Grandoli, quien profetizaba su final aunque no con la gloria con que la iba a revestir la posterioridad. Decía el ilustre rosarino Mariano: "Mamá, mañana seremos diezmados por los paraguayos, pero yo he de saber morir defendiendo la Bandera que me dieron..." Qué legado de entrega y amor a la patria nos entregó este joven, cuya edad no fue un impedimento para luchar hasta las últimas consecuencias en aras de la misión impuesta. En Malvinas otros jóvenes y valientes argentinos emularían la gesta y heroísmo del abanderado de Curupayti. La juventud forjada en la cultura del esfuerzo y la madurez que imponían las circunstancias, testimonió que, como en Malvinas, esos chicos (como peyorativamente se los designó), estaban en condiciones de afrontar los más grandes desafíos y adversidades, y nada ni nadie podía vilipendiar su heroísmo en una supuesta falta de experiencia y arrojo. Curupayti es el eje conductor que nos conduce a la gesta de Malvinas, porque los principios que guiaron a sus protagonistas son los de ayer, los de hoy, los de siempre: amor a la patria, a la libertad y a la paz que nos legaron nuestros mayores.Rosario, ciudad pródiga en aportes a la argentinidad, siente el legítimo orgullo de contar con el subteniente abanderado Mariano Grandoli entre sus hijos dilectos por lo que hizo y lo que protagonizó. El dio proyección a colocar en alto la enseña nacional que en esta misma ciudad el General Belgrano pusiera por primera vez en la infinitud del cielo rosarino. Ha transcurrido más de una centuria de la Guerra de la Triple Alianza y esa bandera que Grandoli portara con orgullo y manchara con su sangre en Curupayti (hoy se encuentra en el Museo Histórico Provincial "Julio Marc"), es una insignia que nos indica que, con altruismo, grandeza republicana y amor por el suelo que lo vio nacer y lo cobijó se pueden arremeter empresas y desafíos más allá de las propias posibilidades. Ahí radica el testimonio que nos entregó el aguerrido subteniente y la importancia de su evocación. Si no lo hacemos con el espíritu de obtener las enseñanzas para el presente, sólo haríamos un mero acto de recordación cronológica. Al recordarlo traemos a la memoria colectiva una efímera existencia terrenal, que no fue obstáculo para dejarnos un legado digno de imitar; más aún en estas circunstancias, donde los vínculos sociales y paradigmas como la solidaridad, el trabajo por el bien común y el amor a la Patria parecieran condenados a libros de historia o para ejercitaciones intelectuales de los aficionados al pasado. Mariano Grandoli nos pertenece no sólo por ser rosarino, sino porque su vida trasunta su época para proyectarse con fuerza y vigencia a los inicios del Tercer Milenio, porque los valores y principios que el sustentó trascienden el tiempo y el espacio de nuestra historia nacional y de nuestra bendita geografía. Su valor es una luz en su camino a recorrer, en el fiel cumplimiento de los sagrados deberes ciudadanos establecidos en nuestra Carta Magna (Art 21: "Todo ciudadano está obligado en defensa de la Patria y esta Constitución...), para todos los hijos de este suelo cubiertos por los pliegues de la celeste y blanca. Es la entrega estoica del soldado en su vida militar, que mantiene en alto su símbolo máximo para guiar a sus superiores en la conducción de la batalla y a sus camaradas en la reunión de sus hombres para continuar en el combate. En definitiva, valor cívico militar de dar la vida por la Patria, respondiendo al juramento de defenderla y preservarla enhiesta hasta la entrega de lo más sublime de los hombres, dar su propia vida por un ideal y este ideal es la Nación Argentina que nos compromete, nos convoca y nos une en el pasado, presente y futuro. (*) Coronel, secretario coordinador del Comando del II Cuerpo de Ejército
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