| | Editorial El puerto en marcha
| Después de un lapso que debe ser calificado de largo y luego de que se superaran exitosamente numerosos problemas, uno de los principales motores de la economía rosarina ha vuelto a ponerse en marcha y su funcionamiento promete extenderse sin límites hacia el futuro, trayendo beneficios a toda la ciudad. El puerto, que supo ser casi un sinónimo de la pujante urbe situada a la vera del Paraná, ha pasado nuevamente a manos privadas, después de la frustrante experiencia con el operador filipino Ictsi y un prolongado interregno de parálisis absoluta. Y las perspectivas -ahora sí- parecen ser venturosas. La historia de la reactivación incluye capítulos azarosos, el último de ellos vinculado con el estallido de la crisis económica a fines del año pasado y principios del presente. Ocurre que, a pesar de que técnicamente todo se hallaba casi resuelto, los elevados niveles de incertidumbre que sembraron inicialmente en el país la devaluación de la moneda y la pesificación de los depósitos bancarios convirtieron al escenario en inviable. Pero ahora esa difícil coyuntura parece haberse superado, y el puerto ya da muestras de la renovada vitalidad que los rosarinos esperaban. Entre ochocientos y novecientos estibadores trabajando, y cargas de cereales, frutas, miel u otros productos (en algunos casos, sorprendentes) que parten hacia destinos de todo el mundo constituyen el paisaje cotidiano en las instalaciones. Y las perspectivas son aún mejores. Los representantes de la compañía catalana que se hicieron presentes en Rosario para concurrir al acto que dio el disparo de largada oficial a la concesión del puerto por treinta años han prometido invertir, durante el primer año de su gestión, la suma de dieciocho millones de dólares. El proyecto es dotar a la terminal de todos los avances tecnológicos -como una moderna cámara frigorífica- que complementen y optimicen las ventajas naturales de que disfruta. En la ciudad la noticia se sintió como una balsámica corriente de aire fresco. A pesar de que durante sus años de esplendor Rosario basó su espectacular crecimiento en un perfil industrial que ahora promete reavivarse, el puerto forma parte de su más cara tradición: se trata, nada menos, que de su razón de ser original, al punto que podría aludirse a una auténtica progenitura. Lo que todos los rosarinos aguardan es que las excelentes perspectivas que augura el porvenir se conviertan en auspiciosas realidades. Y confían en ello.
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