Año CXXXV
 Nº 49.634
Rosario,
jueves  17 de
octubre de 2002
Min 12º
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Punto de vista: El último cóctel de Ray Conniff

José L. Cavazza / La Capital

A Ray Conniff nunca se lo tomó muy en serio. Es más, las agencias internacionales de noticias no pasaron de las 40 líneas de crónica tras su muerte el fin de semana. Sus arreglos de standards y melodías pop, livianos y apegados al tema original con mínimas alteraciones, hoy se parecen a juegos de niños al lado de las versiones de Keith Jarrett o Brad Mehldau.
El sonido Conniff fue la música de club de baile de los 60, señoritas con tacos agujas, permanentes de peluquería de barrio y vestidos rozando las rodillas. Décadas después su música sobrevivió sólo en las salas de espera, ascensores, supermercados o aeropuertos. Un largo camino del swing de salón, el franeleo y la música de cine al casillero casi terapéutico donde la gente espera algo, ya sea un dentista o un avión. Este Conniff narcótico   -que elimina tensiones, adormece los sentidos y rellena los espacios de la atmósfera- sobrevivió como un abuelo amable y meloso resguardando el sueño atontado de la gente. Y así dejó este mundo. En medio de un sampler de Stereolab, de los nipones Pizzicato Five o de Fun Lovin Criminals, a quienes ha precedido en esa tendencia de mezclar música con cóctel y atardeceres rojos en una playa paradisíaca. Conniff y Barry White deben ser los músicos más sampleados en los últimos años.
Si Ray Conniff nunca fue tomado en serio es porque su estilo siempre fue fácil de ser subestimado. Por lo monotemático, por lo relajado. Su estilo -el easy listening- no busca otra cosa más que el relajo del ambiente. Como el aire acondicionado en el centro mismo del infierno, como el calefactor en la era glaciar. Conniff cumplió la premisa de no molestar, de sonar muy suave, de incluir tarareos para reemplazar las palabras cantadas y, en definitiva, de lograr que su música pase a un segundo plano, en forma de un sonido casi imperceptible que acompaña las voces de la gente en un ámbito de espera. Este fue su mayor acierto, dicho sin ironía. Y así Ray se fue de este mundo, en silencio, en medio de 40 líneas de las agencias de noticias.


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