Jorge Salum / La Capital
Tras recibir la citación del juez, Adriana Romero y Elio Egidi se presentaron el día y la hora convenidas en el juzgado. En aquel momento ni siquiera imaginaban para qué los habían convocado. Por casualidad se encontraron con un abogado al que conocen y cuando éste les explicó de qué se trataba quedaron perplejos: iban a sentarlos frente a frente con el asesino de su hijo Franco. "La idea nos espantó. Nos pareció tan descabellada que no podíamos reaccionar", cuentan. El abogado Juan Ubiedo les explicó que el Código de Procedimientos Penales de la provincia prevé este tipo de audiencias, pero a ellos no les alcanza. "¿Cómo se le ocurre al juez ponernos ante el matador de nuestro hijo?", interrogan. Además, sienten que la Justicia no fue leal con ellos. "Aquel día, cuando fuimos al juzgado, no sabíamos que íbamos al encuentro del asesino de nuestro hijo. Por segundos no estuvimos frente a él", recuerdan. No mienten: en la citación judicial sólo se mencionaban un par de artículos del Código de Procedimientos cuyo contenido ellos ignoraban. Adriana y Elio son los padres de Franco Egidi. Al chico lo mataron de una puñalada el 19 de noviembre de 2000. El homicida está identificado desde el mismo momento del crimen: se llama Fernando Martín Chávez y en aquel momento tenía 17 años. Como era menor quedó libre al poco tiempo. El juez Jorge Zaldarriaga ya dictó el fallo que lo declara culpable de homicidio pero todavía no estableció la pena que aplicará al autor, que ahora tiene 19 años. Para eso citó a los padres de la víctima: quería establecer de común acuerdo con ellos la sanción definitiva. Pero los padres de Franco, que están divorciados desde antes del crimen, no asistieron ni piensan asistir a semejante cita. "Queremos que le den la pena máxima aplicable, pero de ninguna manera nos pueden someter a la violencia que significa estar frente al asesino de nuestro hijo", razonan. El juez ya lo sabe, porque el mismo día que debían acudir a esa audiencia presentaron un escrito donde dejaron en claro que jamás se expondrán a tal situación. "No iremos a ponernos frente al culpable de nuestro dolor", dijeron en esa nota en la que, paradójicamente, pidieron disculpas por su ausencia. Elio casi no puede hablar del caso. "Yo amaba a mi hijo y su muerte destruyó mi vida", confiesa. Adriana lo mira y asiente en silencio. Cuando escucha hablar de Franco no puede hacer otra cosa: un llanto silencioso la enmudece irremediablemente. Aún así, no piden nada que no suene razonable. "El juez ya dijo que este chico mató a Franco. Ahora tiene que sancionarlo", repiten. La mejor prueba de que todavía confían en el sistema, a pesar del dolor y el vacío que los embarga, es que aún teniendo la posibilidad de pedir una pena dejan esa decisión en manos del juez. Mientras esperan que el magistrado haga su trabajo, tratan de mitigar su dolor como pueden. Se aferran a sus hijos, a la que tuvieron juntos y a los que concibieron con sus nuevas parejas, y de tanto en tanto escriben cartas de lectores que este diario ya publicó en distintas ocasiones. Son textos desgarradores, donde la angustia alterna con reflexiones a veces profundas y casi siempre atinadas sobre la impunidad que instaura un sistema penal desbordado y en crisis. Adriana dice que esas cartas molestaron al juez Zaldarriaga pero ella no deja de escribirlas. "Alzar la voz quizás es lo único que nos queda", confiesa.
| La hermana y su madre exigen una sanción ejemplar. (Foto: Néstor Juncos) | | Ampliar Foto | | |
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