Año CXXXV
 Nº 49.632
Rosario,
martes  15 de
octubre de 2002
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Drama pasional en una vivienda de barrio Ludueña
Mató a su mujer de 15 puñaladas para poner fin a la última discusión
Tras el crimen llamó a una ambulancia. Después fue hasta lo de su hermana, avisó a la policía y se entregó

Eduardo Caniglia / La Capital

La misteriosa consulta de la policía para saber si en esa casa había algún herido de bala, y la luz del patio apagada fueron las dos pistas certeras que llevaron a Pablo a ingresar a la vivienda que se levanta en la planta alta de la casa de su suegra. Allí, apenas abrió la puerta, se encontró con una escena desgarradora: la inquilina del lugar estaba tendida en el suelo de un dormitorio y su cuerpo presentaba al menos 15 cuchilladas. Cuando el muchacho y su familia política aún trataban de encontrar respuestas a semejante cuadro, el concubino de la mujer asesinada llamó a la policía y se entregó.
La historia de Emma Travaglianti, de 47 años, y Carlos Sánchez, de 52, había comenzado hace unos seis años. Ella trabajaba como asistente en el Sanatorio de Niños y él manejaba un taxi después de haber sido empujado por la crisis a cerrar el pequeño comercio que supo tener. Los dos habían tenido una pareja anterior. De aquellas historias Emma tenía dos hijos, un adolescente de 17 años y una joven de 23. Carlos también es padre de otros dos adolescentes de su primer matrimonio.
Según contó un vecino de la pareja, la mujer alquilaba la planta alta de Esquiú 5632 desde hacía unos dos años. Había llegado allí "escapando de él". Sin embargo Carlos arribó poco tiempo después y a pesar de tantos rechazos se instaló. Entonces, como era previsible, la relación fue tan conflictiva como tortuosa. Pero en los últimos diez días la relación se agravó. "Ella lo echaba y él siempre volvía", explicó una fuente policial.
Cerca de las 4 y media de la tarde del domingo, Sánchez llegó de trabajar y se sentó a comer. Cuando Emma arribó, algunos minutos más tarde, el taxista ya estaba de sobremesa. Entonces sobrevino una discusión en la que abundaron los insultos. Después, el hombre y la mujer se habrían agredido mutuamente, y cuando la gresca había ganado en intensidad, Sánchez tomó el mismo cuchillo que había usado para comer y le asestó unas 15 puñaladas a su pareja. Emma, desde el cuello hasta la cintura, tenía profundas heridas.
Consumado el bestial ataque Sánchez llamó por teléfono a la ambulancia de un servicio de emergencia privada. Creía que Emma había sobrevivido a su furia. Pero como el móvil sanitario demoró su arribo decidió marcharse. Estaba turbado y sentía que tenía una "laguna en la mente", dijeron los voceros policiales.

El momento de la confesión
El relato que hizo el taxista a los investigadores dice que "comenzó a caminar sin un destino cierto hasta que pudo aclarar las ideas y fue hasta la casa de una hermana, en Mendoza al 4500". Desde allí, un poco más calmo, llamó a sus hijos y les contó lo que había hecho. Tras ello se contactó con el Comando Radioeléctrico y se entregó a los agentes que fueron en su búsqueda. A los policías sólo les dijo que "había tenido una pelea con su esposa".
Luego, en la comisaría 12ª, mientras era interrogado por el sumariante, terminó admitiendo que en realidad había matado a su esposa. "El hombre es evangelista y se sintió obligado a confesar por un cargo de conciencia", fue el singular comentario que hizo a La Capital el comisario Manuel Soria, subjefe de la seccional de barrio Ludueña.
Pablo es el novio de la propietaria de la casa donde ocurrió el drama pasional. El encontró el cuerpo sin vida de Emma después de ingresar a la vivienda. "Escuché unos ruidos y movimientos extraños pero creí que era una más de las tantas discusiones de la pareja", manifestó el muchacho. Una hora y media después, cuando llegó la policía, se enteró de que la pelea había tenido un desenlace trágico.

Una luz apagada
Pero para que Pablo hallara el cadáver de Emma desangrándose, hubieron dos pistas. La primera fue la llegada de una patrulla del Comando Radioeléctrico. Los agentes le preguntaron a su suegra si en el lugar había un herido de bala. La mujer respondió que no sabía. Pero Pablo y su novia levantaron la vista y el segundo detalle les llamó la atención: la luz del patio de la casa que ocupaban Emma y Carlos estaba apagada cuando lo habitual era que estuviese así sólo cuando la pareja no estaba en la vivienda.
Los dos jóvenes subieron. Abrieron la puerta que estaba sin llave y encendieron la luz del baño. El resplandor iluminó el dormitorio y entonces el muchacho vio los pies que asomaban desde el cuarto.
Emma estaba tendida en el suelo, muerta. Cuando los médicos del servicio asistencial que había solicitado el homicida antes de huir llegaron al lugar, la mujer ya había muerto. Unas 15 cuchilladas surcaban su cuerpo.
Ayer a la mañana, Pablo aún seguía sorprendido por el suceso. "Yo nunca hubiese esperado esto", dijo. Aunque reconoció que la familia de Emma le había advertido a la mujer que "deje al hombre porque las peleas eran frecuentes".
Sánchez les dijo a los investigadores que uno de los motivos de las disputas era que "la señora le exigía mucho dinero". "Unos meses atrás, tuvieron un discusión muy grande y para no golpearla él le rompió los anteojos", comentó a La Capital el comisario Soria, que refirió a la confesión del taxista asesino.



Emma y Carlos convivían en Esquiú 5632, planta alta. (Foto: Sergio Toriggino)
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