Año CXXXV
 Nº 49.632
Rosario,
martes  15 de
octubre de 2002
Min 17º
Máx 28º
 
La Ciudad
La Región
Política
Economía
Opinión
El País
Sociedad
El Mundo
Policiales
Escenario
Ovación
Suplementos
Servicios
Archivo
La Empresa
Portada


Desarrollado por Soluciones Punto Com





cartas
Argentina: levántate y anda

Durante las últimas siete décadas del siglo pasado, nuestro país alternó sucesivamente con el poder en manos de gobiernos democráticos, seudodemocráticos (los dos primeros períodos de Perón) y varios gobiernos de facto, dejando cada uno de ellos al país en peores condiciones de las que lo recibió. De modo que en materia de gobiernos lo hemos probado todo: legales o ilegales y todo culminó siempre en el más rotundo fracaso. Hoy, llegado el momento de pagar la factura originada por tantos desatinos cometidos, nos encontramos con que no sólo no podemos abonarla sino que vemos que en el mundo de la política y las finanzas nadie cree, no en la Argentina, sino en su pueblo y sus dirigentes, lo que en buen romance significa falta de crédito internacional. La democracia imperante es una parodia, con una dirigencia integrada por un alto porcentaje de venales e ineptos, con un bajo nivel ético, que quedó demostrado en el Congreso, cuando sus integrantes recibieron con aplausos y exclamaciones de alegría la noticia de nuestro default. Cuando una sociedad es honesta y no puede honrar sus deudas se deprime y avergüenza; nuestros políticos en cambio se alegran. La falta de representatividad de la dirigencia actual nos lleva a pensar en el cambio y surge entonces la duda: votar o no votar, "That is the question". Con el país al borde de la anarquía, un llamado a elecciones presidenciales sería igual que cambiar de caballo en medio del río y sus resultados serán seguramente nefastos. La sociedad argentina, en todos sus estamentos, se halla convulsionada, los espíritus aprisionados por profundas y desatadas pasiones y un inevitable pesimismo deforma nuestra visión de la actualidad y del futuro, por lo que nuestra toma de decisiones no será producto de la meditación sino de la bronca, en lugar de una elección practicaríamos una especie de lotería electoral, el cambio solo serviría para que nada cambie y el nuevo gobierno tampoco pueda terminar su mandato. ¿Con qué objetividad puede ir a las urnas un ciudadano que fue despojado de sus ahorros u otro que no llega a reunir lo suficiente para darle, siquiera, una comida diaria a sus hijos? Consideramos que no es propicio el momento de llamar a elecciones, solo nos queda la posibilidad de que nos unamos todos en torno a los restos de gobierno que tenemos fortaleciendo con nuestro apoyo a fin de que logre terminar de estabilizar y encauzar el Estado por la senda de la normalidad, con o sin el FMI mediante (juez y parte en esta causa).
Héctor Ortiz


Diario La Capital todos los derechos reservados