El campeonato mundial representó el exitoso final de un ciclo para el seleccionado argentino que, con el mismo entrenador o con otro, a partir de ahora afrontará un nuevo proceso con múltiples desafíos. El sexto puesto logrado -una meta meritoria para la realidad del vóleibol vernáculo- significó el premio para un seleccionado que vio el final de algunas carreras brillantes como las de Hugo Conte, leyenda de este deporte, o Javier Weber, que se va tras jugar cinco mundiales. El seleccionado también sufrirá el adiós de Jorge Elgueta (continuará su carrera en Grecia) y, naturalmente, el de Hernán Ferraro, quienes por sus edades quedarán seguramente al margen del proceso que se inicia. La transición hacia la búsqueda de un nuevo equipo tiene un elemento extra: el año de ausencia que prometió Marcos Milinkovic, la figura superlativa del grupo, que se dedicará sólo a la liga italiana durante el 2003. Sobre este conjunto de despedidas sobrevuelan dudas sobre la continuidad del entrenador, Carlos Getzelevich. El técnico anunció su alejamiento en reiteradas ocasiones pero, ahora, tras el Mundial, existen posibilidades de que continúe al frente del grupo. Getzelevich asumió su cargo en agosto de 1999, poco antes de los Juegos Panamericanos de Winnipeg, y desde entonces trabajó con la mira puesta en este Mundial. Con esa misión armó la base del seleccionado sobre un grupo de jugadores con experiencia, con roce internacional, que son justamente los que ahora se alejan. Si bien Getzelevich siempre sumó a uno o dos juveniles en cada competencia, el recambio grande se producirá ahora. Y el desafío es llegar a los Juegos Olímpicos de Atenas 2004 con un plantel renovado. La apuesta consiste en mantener, mientras se extienda la consolidación de una nueva base, el protagonismo que se ganó en estos años. El ciclo que termina en el Mundial -forjado sobre la fuerte unidad de grupo, trabajo y algunos jugadores talentosos- logró sus mejores resultados en los torneos más exigentes: el Mundial y los Juegos Olímpicos de Sydney. Irreprochable. Ahora será tiempo de alejarse del ruido publicitario que provocó el Mundial, encerrarse en interminables sesiones de entrenamiento y, como es ley en el deporte, empezar de nuevo. (Télam)
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