Año CXXXV
 Nº 49.628
Rosario,
sábado  12 de
octubre de 2002
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Reflexiones
Argentina tiene otro camino

Raúl Milano (*)

La crisis de modelos económicos que se produjo en Argentina nos obliga a hacer un balance para avizorar si existe otro camino para nuestra república. Siempre las salidas económicas para nuestra sociedad tuvieron ese hálito de golpe mágico que podía resolver casi milagrosamente los problemas, con un simplismo poco realista se abrazan acaloradamente las propuestas y después del fracaso nadie se hace responsable. Por ello es imprescindible que una crisis de esta magnitud nos permita reflexionar y no hacer los caminos fáciles, sino tratar de sacar experiencia de los errores para encontrar soluciones que seguramente el país tendrá.
El fin de la convertibilidad devaluación mediante, el corralito que puso punto final a una década de acumulación financiera particular donde con pesos teníamos dólares, el default que dejó a nuestro país por años fuera del sistema comercial mundial mostrando la contracara de la apertura indiscriminada de la década del 90, el restablecimiento de un proceso de sustitución de importaciones movilizando a la desaparecida industria nacional.
Sin lugar a dudas lo que colapsó fue el modelo neoliberal impuesto durante la década del 90 en la Argentina. Sustentado en la apertura comercial y financiera indiscriminada, permitiendo el ingreso de todo tipo de productos subsidiados que destruyó nuestra industria local, aceptando el flujo de capitales que algunos pensaron darían ininterrumpidamente sustentabilidad a nuestro sistema. Se armó un modelo político y económico que resultaba de la unión del capital financiero y los sectores de servicios ganadores del modelo de privatización. Argentina durante la década del 90 trabajó exclusivamente para garantizar la renta de los sectores privatizados y del sistema financiero, aparentemente el ingreso al Primer Mundo exigía esta forma de modernidad, dejando de lado a los sectores de la producción tradicional tanto del campo como de la ciudad. Un país que regaló su mercado interno mientras dejaba caer su aparato industrial como si fuera una rémora del pasado, donde lo moderno eran solamente las nuevas tecnologías y todas las formas de servicio que garantizaban el consumo del presente sostenido artificialmente por la convertibilidad. Con la devaluación no quedó demostrado que la Argentina se empobreció sino que sinceró erróneamente una riqueza resultante del endeudamiento irresponsable.
La realidad hoy nos obliga a tener que recorrer un camino distinto al conocido, simplemente porque estamos obligados. Aprovechemos esta circunstancia para recrear nuevas alianzas que incorporen a la producción como nudo central de la misma y no al capital financiero, que restablezca un mercado interno que nos permita actuar de plataforma de despegue para la exportación, que los sectores privatizados aprovechen los avances tecnológicos obtenidos en la década del 90 para brindar no rentas monopólicas sino soportes de crecimientos consistentes. Argentina tiene capacidad de ahorro para iniciar un nuevo proceso de crecimiento, limitado por la desigual distribución del ingreso y la pesada deuda externa, pero sostenido en una fenomenal renta agraria y en los productos primarios, que debe ser complementado con procesos de industrialización que aprovechen la nueva rentabilidad establecida a partir de la devaluación.
Las pymes que han sobrevivido al cataclismo neoliberal están obteniendo niveles de rentabilidad importantes, en primer lugar porque resultado de las licuaciones financieras cruzadas hoy no están trabajando exclusivamente para pagarles a los bancos, en segundo lugar porque la ruptura del esquema financiero previo ha desarrollado una regeneración del capital de trabajo a partir del pago casi al contado de toda la economía, esto con seguridad abriga altos niveles de evasión impositiva pero está dando rentabilidad a las mismas.
La situación de la actividad económica para muchos sectores ha sido perfectamente delineada por el economista Bernardo Kosacoff: "Están en una bahía calma mientras alrededor se desarrolla una tormenta". Mientras esto ocurre está la discusión de los grandes medios y los grandes economistas, los que fueron beneficiarios de la década pasada, los que trabajaron a sueldo para el capital financiero local e internacional, los que siguen hablando todo el día sobre el FMI, los que vivieron de las empresas privatizadas y su modelo de Primer Mundo para pocos. Ellos tratan de mantener el esquema del pasado aunque la realidad ya no sea la misma, siguen hablando de los flujos de capital y la baja de la tasa de interés como si alguien fuera a invertir en la Argentina, también son ellos los primeros que tendrían que entender que la realidad hace irrepetible la década pasada.
Argentina puede tener futuro como resultado de su propio esfuerzo, asignando correctamente los recursos y terminando con prácticas corruptas que empalidecen cualquier objetivo. Podemos salir porque es un país que tiene recursos y dotación humana capacitada para realizarlo, pero no será a costa de cerrarlo al mundo ni abrirlo irresponsablemente como hizo el neoliberalismo.
Es imprescindible saber que esta década exige una nueva alianza económica, seguramente como resultado de la propia realidad, una alianza entre la producción y el empleo, entre la capacidad y el esfuerzo. La alianza del neoliberalismo menemista hoy seguiría siendo nefasta pero a la vez impracticable, el modelo autonómico de fronteras cerradas sería una fantasía de altísimo costo para la sociedad. Argentina tiene un camino, el mismo no es resultado de un milagro ni tampoco de los que prometen lo que no cumplirán, sino de volver a rescatar la cultura del esfuerzo, valorizando la producción nacional por encima de lo importado, recreando un modelo industrial exportador y renegociando una deuda externa que tanto nosotros como ellos sabemos que en términos nominales es imposible de pagar.

(*) Edil radical


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