Año CXXXV
 Nº 49.625
Rosario,
martes  08 de
octubre de 2002
Min 14º
Máx 23º
 
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Música / Crítica
Dino Saluzzi & Familia: Entre el pulso urbano, el riesgo continuo y el paisaje norteño

José L. Cavazza / La Capital

Dino Saluzzi mostró en su regreso a un escenario rosarino algo de lo mucho que ha transitado desde los 80, cuando se mudó a la escena europea. Una música con un fuerte sello personal con influencias del tango, el folclore y el jazz, y con un contrapunto que se vuelve permanente, entre la Europa culta y cerebral, y la América latina irracional y de fuerte tradición oral. Dicho esto, sus composiciones se parecen a células, como piedras que forman la muralla. Esta mezcla y su virtuosismo en la interpretación del bandoneón lo han convertido en uno de los referentes argentinos más importantes en Europa, sobre todo tras la muerte de Astor Piazzolla.
La idea que queda tras su vuelta a Rosario después de cerca de 20 años es que tantos recitales en uno parecen demasiado. Hubo de todo y para todos los gustos. Lo cierto es que se puede disfrutar de su música y, al rato o al mismo tiempo, confundirse un poco. También, ante tanta variedad, uno puede volcar sus preferencias: Saluzzi en la intimidad con el bandoneón. Una comunión extraordinaria, que parece estar situada en el mundo de las intuiciones y de los sueños, sobre todo desde los sonidos pequeños que brotan del instrumento como duendes posesos.
La primera parte del recital tuvo una base bastante jazzera generalmente con aires de tango. Un segmento inundado de urbanidad. Una guitarra de sonido metálico y algo apagado, a lo Pat Metheny. Un saxo de sonido dulzón, como inspirado en el Gato Barbieri. Un bajo que sólo se dedicó al apoyo rítmico y una sección de batería y percusión que ocupaba todo el fondo del escenario, bastante contenida. La orquesta, toda, acotada a los mandatos del bandoneonista. Dino Saluzzi y Flia. pareciera pertenecer a esa otra gran familia de "Calle 54", el filme documental del español Fernando Trueba. Debería haber estado junto a las bandas de Gato Barbieri o Paquito D'Rivera. Es que el tango-jazz del grupo de Saluzzi vira en algún momento (peligrosamente o no, ya que sobre gustos no hay nada escrito) hacia el jazz latino, por sus matices sonoros y su dinámica.
Un corte abrupto se dio en el recital con el bailecito "Viva Jujuy", que el público festejó largamente. "Es el folclore, no soy yo", dijo Saluzzi, como disculpándose. El folclore argentino, desde la mirada rebelde de Dino, ocupó toda la segunda y última parte del concierto, tal vez el mejor momento de la noche. Trozos de milonga, zamba, malambo y carnavalito se colaron en un par de composiciones, como brújulas para orientar el derrotero que marcó al bandoneonista salteño. Hasta que el tango "Soledad", con un saxo tenor que no hizo otra cosa que repetir aplicadamente la melodía del tema, llevó una vez más al grupo a la dinámica del jazz latino.
El grupo se recostó exclusivamente en el bandoneón y muchas veces pareció carecer de reflejos y de vida propia, y Dino, como un gran patriarca, motivaba y provocaba a los integrantes de su clan y, al fin, les marcaba el camino y las fronteras desde el desbordante sonido de su fueye.



Un recital con aires de tango y mucho folclore argentino. (Foto: S. Suárez Meccia)
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