Año CXXXV
 Nº 49.625
Rosario,
martes  08 de
octubre de 2002
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Nobel por estudio sobre muerte celular
Distinguieron en medicina a un estadounidense y dos británicos. Su investigación serviría para curar el cáncer

Por sus investigaciones del desarrollo de los órganos y de la muerte celular programada, los británicos Sydney Brenner (75) y John Sulston (60), y el estadounidense Robert Horvitz (55) fueron distinguidos ayer con el premio Nobel de medicina y fisiología 2002.
El conocimiento sobre el desarrollo y la muerte de las células es la base de la comprensión del cáncer y otras enfermedades. La muerte celular programada o apoptosis es condición elemental de la vida. Garantiza que células no necesarias o dañadas se destruyan automáticamente antes de que provoquen daño al organismo. Si este mecanismo se descontrola, las células se multiplican sin límite y la consecuencia de ello es el cáncer y otras enfermedades degenerativas.
Las investigaciones de estos tres laureados son por tanto de significación fundamental para la medicina, tal como destacó ayer el Instituto Carolino. Son importantes para el desarrollo de medicamentos que, según sea necesario, inhiben o estimulan la muerte celular.
Base de estas investigaciones es un gusano de la familia de los nemátodos, de apenas un milímetro de largo: el caenorhabditis elegans. El cuerpo de este animal, muy simple, consta de sólo 959 células, de cada una de las cuales la ciencia conoce ya exactamente su función y su origen.
En este gusano, los científicos hallaron un organismo modelo fácil de comprender en el cual se puede estudiar todos los procesos, inclusive la muerte celular controlada. Este fue el mérito especialmente del británico Sydney Brenner.
El británico John Sulston confeccionó un árbol genealógico que describe el origen de cada una de las células del gusano y demuestra que la muerte de algunas células es parte del normal programa de desarrollo del animal. Esto ocurre también en el ser humano: sus manos son al comienzo especies de aletas, cuyas células mueren en el embrión para dar paso a la formación de las manos.
Su colega Robert Horvitz recibió la distinción por el descubrimiento de los genes clave que rigen la muerte celular programada. Describió asimismo cómo trabajan estos genes y halló que también están presentes en el ser humano. (DPA)


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