Año CXXXV
 Nº 49.624
Rosario,
lunes  07 de
octubre de 2002
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Reflexiones
Un desafío pendiente

Corina Inés Branda (*)

La crisis de los años setenta abrió el camino para el surgimiento de un nuevo paradigma tecnológico que dio lugar a alteraciones en los procesos de producción y consumo de los países desarrollados luego de la Segunda Guerra. En primer lugar, las tecnologías de información se constituyeron en la infraestructura que permitió el nacimiento y desarrollo de la economía mundial como sistema integrado. En segundo lugar, porque las mencionadas tecnologías fueron sumamente determinantes para optimizar la competitividad empresaria, al igual que las economías nacionales dentro del nuevo escenario internacional.
Estos cambios de paradigma impulsaron la globalización por diferentes razones. Una de ellas sería que para hacer frente a los crecientes costes de inversión y desarrollo que éstas requieren, las empresas tratan de compartir sus gastos, llevando a cabo una internalización de su propia estructura de inversión y desarrollo. Otra razón estaría dada por la necesidad de buscar mercados de mayor amplitud, debido al acortamiento del ciclo de vida de los productos, además de los altos porcentajes de amortización que la incorporación de estas tecnologías necesitan. El término globalización lo utilizo para aludir a la nueva era del capitalismo en la cual las economías nacionales se integran progresivamente en el sistema económico mundial y los mercados se internacionalizan, produciendo la difusión a escala mundial de las pautas y valores de la economía de libre mercado.Entiendo que la globalización es un fenómeno bifronte. Por un lado, posee efectos positivos al posibilitar, mediante la transnacionalización de la economía, el flujo de capitales necesarios para el desarrollo a determinadas zonas del mundo que, de no haber arribado, hubieran quedado en una situación de marginalidad y pobreza. Por otro lado, si bien la globalización redistribuye capitales, conoce límites, ya que existen zonas de nuestro planeta donde los efectos positivos de este fenómeno no llegan y probablemente nunca lleguen.
Esta segmentación entre zonas integradas y zonas marginadas se reedita al interior de las unidades nacionales. Mientras, por ejemplo, ciertos individuos gozan de la posibilidad de hacer uso de sofisticadas redes de informática y de comunicación, otros se encuentran en una situación de total exclusión de estos circuitos informáticos y comunicacionales. Con la globalización tiene lugar una nueva modernización que precipita el derrumbe de una ingeniería particular de Estado. Este actor organizador de la vida social y el articulador de las relaciones sociales y políticas, se ve impelido a llevar adelante una serie de transformaciones a los fines de poder insertarse en un escenario globalizado. Desde una perspectiva económico-social, las relaciones sociales que se están configurando no son las típicas de la sociedad industrial. Antes, la sociedad estaba estructurada en diferenciadas clases sociales. En la actualidad hay una gran heterogeneidad social, una mayor diferenciación y un aumento preocupante de la desigualdad en muchos sentidos. Es que la expansión del mercado a través de la economía globalizada implica necesariamente un aumento de la diferenciación, de la estratificación y de la complejización social, que conduce a opacar las expectativas del anterior modelo estatal.
El choque que se produce entre las formas de organización del Estado de Bienestar y el proceso de globalización fue reflejando la ruptura de las identidades existentes, atravesadas por una forma de conformar el Nosotros que no se articula con las nuevas transformaciones llevadas a cabo en el mundo entero. Si miramos específicamente el caso de nuestro Estado, es dable comprobar la pérdida de su capacidad de gestión. El Estado ya no es más el garante del empleo, ni el dinamizador de la economía con cierta equidad social. Tampoco es el garante de un ingreso mínimo para los sectores más castigados por las políticas de ajuste y su capacidad financiera siempre está puesta en tela de juicio. Además, el Estado se muestra débil, incapaz de actuar preventivamente frente al conjunto de fenómenos de creciente inseguridad social que amenazan la cohesión social y que nos invaden hoy por hoy. Es por esto que frente a esta debilidad, están cobrando cada vez más protagonismo actores de la sociedad civil que asumen diversas tareas que fueron antes ejercidas por el Estado. Estas serían las razones que hacen que la gobernabilidad sea todavía un objetivo a alcanzar por la gran mayoría de los países, seguramente revistiendo mayores complejidades y dificultades en algunas sociedades que en otras.
Una de las dificultades y desafío que deben los Estados atender en primer lugar es la restauración de la gobernabilidad interna de los países, la cual se encuentra en una situación extremadamente critica en la gran mayoría de éstos, debido precisamente a los impactos de la globalización.
En este sentido, estimo necesario pensar instancias diferentes a las hasta ahora conocidas que sean capaces de producir un nuevo marco simbólico donde el conflicto que deviene de los impactos de la globalización se puedan encauzar de un modo diferente. Dado que vivimos en una sociedad de pluralidades y heterogeneidades de todo tipo, considero que es imprescindible pensar la diferencia como instancia de conflicto y justamente por este motivo como una instancia constitutiva de la politicidad. Es necesaria la articulación de identidades colectivas que integren las múltiples diferencias de nuestra sociedad contemporánea.
Probablemente, y acordando con el prestigioso filósofo Giacomo Marramao, una estrategia, y no la única, para enfrentar la crisis que atraviesa nuestra sociedad en materia de desintegración e ingobernabilidad, sea recuperar aquella noción clásica de esfera pública que remite a la idea de un campo de acción colectiva, de un espacio donde el hombre sitúe la acción común que no se limita exclusivamente a la esfera pública-estatal. En este sentido opino que se debe insistir en la recuperación, recreación o creación de espacios que permitan a los hombres acercarse unos a otros, espacios que faciliten su encuentro e integración. En realidad, lo que sugiero es la exploración de nuevas formas de participación ciudadana, multiplicando así los ámbitos decisionales y favoreciendo la exploración de nuevas formas de solidaridad.

(*) Docente de la cátedra Teoría Política de la UNR


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