Santiago Cucurucho Santamaría es quizás una de las figuras más emblemáticas de la historia de Newell's Old Boys. Formó parte de aquel recordado equipo que salió campeón en la cancha de Central en 1974, gracias al famoso zurdazo de Mario Zanabria, y se transformó en uno de los delanteros más aclamados por los hinchas del parque Independencia. Después jugó en Francia y volvió a Rosario para ponerse la rojinegra hasta el 83. Dos años más tarde, colgó los botines. Hoy está sin trabajo, pero por esas curiosidades del destino, hasta el año pasado dirigió a un equipo del interior de Córdoba que tiene la camiseta idéntica a la de Newell's. Obviamente, el eterno rival luce la casaca canalla, pero Cucurucho jura y vuelve a jurar que "jamás los dirigiría, por nada del mundo. Nunca voy a traicionar los colores de la lepra, porque Newell's es lo más grande que me pasó en la vida", asegura.
Hace 12 años que está radicado en Laborde, "un pueblo de unos 7 mil habitantes" ubicado en el suroeste de la provincia de Córdoba. Y hasta el año pasado fue el director técnico del Club Recreativo de esa localidad. "Tiene la camiseta igualita a la de Newell's", cuenta, y se apresura a aclarar que "nunca dirigiría" al otro club del pueblo, Olimpo, que curiosamente tiene la camiseta igual a la de Rosario Central.
"Hubo comentarios de que la gente de Olimpo me quería contratar, pero a esos colores no los dirijo ni loco, sería una traición y jamás voy a traicionar a Newell's", asegura.
Cucurucho tiene 50 años y hace 18 que se retiró del fútbol. Su último club fue Talleres de Córdoba, desde donde volvió a Rosario para dirigir a Central Córdoba y Argentino. "Los dos se estaban por ir al descenso y por suerte lo pudimos evitar", recuerda. Eso sí, deja en claro que pese a su experiencia para dirigir equipos comprometidos con el descenso, "ni en pedo (sic) dirigiría a Central".
Sus días en Laborde no pasan muy agitados. "La verdad es que lo único que hago es llevar a las nenas al colegio. Hasta el año pasado estuve trabajando muy bien, pero la realidad económica de este año hizo que no se renovara mi contrato", explica.
Siguiendo "a muerte" a la lepra
Se confiesa como "un hincha fanático" de Newell's y admite que lo sigue fecha a fecha. "Por suerte ahora lo televisan más seguido, pero si no, me prendo a la radio como loco", asegura.
Así, Cucurucho sigue desde Córdoba la campaña de su equipo como un hincha más. "Todos los domingos me engancho con la lepra, pero me pongo muy nervioso. Sufro como un condenado", admite.
Suele viajar a Rosario a ver algunos partidos, pero para el último clásico no pudo venir. "Lo vi por televisión y la verdad es que todavía me quiero matar. No puedo creer que hayamos perdido, pero son cosas que pasan, ya habrá revancha", asegura, al tiempo que recuerda que ese domingo no salió de su casa. "En Laborde hay muchos que me querían cargar", explica.
Hace un mes un grupo de hinchas le festejó su cumpleaños. Lo invitaron a Rosario y Cucurucho se vio rodeado de más de 200 fanáticos leprosos que lo veneraron como a un ídolo. "Fue espectacular, realmente es hermoso que te pasen cosas como esa, y todo se lo debo a Newell's. Yo seré siempre un eterno agradecido al club y a los hinchas", afirma. Es más, es por esto que confiesa que su gran anhelo es "llegar a dirigir" al equipo del parque. "Mi ilusión es trabajar con las divisiones inferiores y ojalá algún día pueda dirigir la primera", señala.
En rigor, su trabajo en el interior de la provincia de Córdoba y el norte del país consistió en dirigir tanto divisiones inferiores como la primera de distintos equipos.
El recuerdo más grande
Cucurucho guarda como uno de sus mejores recuerdos el día en que se consagró campeón con Newell's en 1974. Es que esa coronación vino después de empatar nada menos que con su archirrival y en el Gigante de Arroyito. "Ese partido fue increíble -recuerda-, con el empate salíamos campeones pero íbamos perdiendo dos a cero y faltaban cinco minutos. La gente se estaba yendo cuando metimos el primer gol. Ahí empezaron a volver algunos. Ya sobre la hora Marito (Zanabria) hizo el segundo y salimos campeones. Fue una fiesta", relata.
El emblemático delantero leproso se emociona. Confiesa que ese campeonato es uno de los recuerdos "más hermosos" de su vida y subraya que la mayoría de quienes formaban aquel plantel eran "todos pibes de las inferiores".
Después de ese partido vendrían serios incidentes cuando los jugadores intentaron dar la vuelta olímpica en el Gigante. "La pudimos dar a medias, porque hubo piñas, patadas y no se pudo terminar", recuerda. Eso sí, aclara que "la fiesta vino después. Nos fuimos al parque y celebramos toda la noche", asegura.
Hoy no ve la hora de volver a Rosario. "Es que ahí voy al club y me siento en mi casa. Todavía hay mucha gente que conozco y tengo muy gratos recuerdos", admite.
Por esas cosas del destino, le tocó dirigir a un equipo que luce los colores de su pasión. Y aunque por estas horas no tenga trabajo, se esperanza al pensar que esa realidad podría llegar a cambiar el año próximo. Mientras tanto, sigue a la lepra domingo a domingo. Es que el emblemático delantero sigue siendo igual que siempre: un pura sangre roja y negra.