Año CXXXV
 Nº 49.623
Rosario,
domingo  06 de
octubre de 2002
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Iruya: Montañas de colores
Con una fiesta religiosa y pagana, los habitantes del poblado salteño recuerdan hoy a su santa patrona

Las convocantes y coloridas fiestas patronales de la localidad de Iruya se están desarrollando en el mágico paisaje de este rincón salteño rodeado por montañas majestuosas. Por estos días veneran a su patrona tutelar, Nuestra Señora del Rosario, y comparten uno de los acontecimientos religiosos más notables del interior salteño.
La celebración reúne a los pobladores de la zona -que bajan desde los más recónditos rincones, atravesando los cerros-, y también a visitantes que arriban procedentes de todo el país, que al llegar a Iruya observan, como si fuera una postal, la iglesia colonial que emerge entre montañas.
La iglesia, que tiene una sola cúpula y data de 1753, se convierte en el centro de las actividades del pueblo. Las fiestas patronales comenzaron el 25 del mes pasado, con la entronización de la imagen de la virgen del Rosario.
Los habitantes de este poblado puneño son en su mayoría aborígenes nativos y bolivianos que conservan las costumbres y la forma de vida de sus ancestros y viven en casitas bajas, de adobe y techos de paja, con patios poblados de flores y frutales.

Calles angostas y empedradas
Iruya se caracteriza por sus callecitas angostas, empedradas y de pronunciadas pendientes, además de la paz y el sosiego que fluye de uno de los sitios menos contaminados del planeta.
Durante la celebración patronal el poblado salteño se llena de color con la realización de un festival folclórico, la exhibición de trabajos de ornamentación en las calles, los programados repiques de campanas y la presentación de espectáculos de danzas que rinden tributo a la santa patrona al son de música de erques, flautas y tambores.
Uno de los momentos más emotivos de la festividad es la llegada de los misachicos que traen las comunidades del interior de Iruya cargando con sus santitos.

Actividades
Hoy continúan las actividades, desde las 7, con una salva de bombas, mientras que a las 10 se izarán las banderas argentina y salteña, y luego se oficiará la solemne misa y comenzará la procesión.
Desde el inicio de la novena las mujeres de la zona visten a la virgen con las mejores ropas y adornan su urna con flores blancas y rojas, a la vez que adornan los altares de la iglesia, que en la jornada de hoy lucirá gasas y tules blancos colgados del techo.
Finalmente, el próximo viernes se rezará el rosario, se oficiará una misa y se realizará otra procesión de la que participarán "los cachis", mientras que el sábado, habrá repiques de campanas, Angelus, misa, procesión y adoración, y a la noche el infaltable baile popular.
Para esta época es común ver la feria del trueque, que se ubica en el lecho seco del río Iruya, hasta donde llegan los pobladores para intercambiar productos, entre ellos ropa, la papa puneña, los frutos tropicales de la selva cercana y los bloques de sal para los burros.

Cabalgatas y trekking
Entre montañas y como dormido en el tiempo, Iruya es un pueblo de ensueño que parece salido de una postal. Invita al descanso y a la meditación, pero también a emprender cabalgatas, circuitos de trekking y caminatas por pintorescos senderos de montaña.
Su nombre significa "paja brava" o "lugar de los pastos altos", en idioma quechua. La más importante de todas las festividades tiene lugar durante este fin de semana, con los cultos de la Virgen del Rosario, donde lo pagano y lo religioso se funden en un sincretismo único.
Durante el recorrido por Iruya el visitante se sumerge en la variedad más insólita de colores, que van del verde agreste al morado o violeta, pasando por el amarillo y el azul metálico.
La montaña y las quebradas regalan a la vista caprichosas y curiosas formas que se desdibujan en el lecho del río Colanzulí, a cuya vera corre el único camino de acceso al pueblo, y donde es común ver pastorear a llamas, ovejas y cabras.
En definitiva arribar a Iruya es animarse a recorrer el pasado, a conocer un estilo de vida lejano al de las grandes ciudades y a entrar en contacto con costumbres y vivencias que rigen cotidianamente las acciones de sus cordiales y alegres pobladores.


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