El centro turístico parque Alpa Puyo, cuyo nombre es la conjunción de dos vocablos quechuas que pueden traducirse como "manto de la tierra" y también como "nubes sobre la tierra", está muy cerca de Tafí Viejo, sobre la imponente ladera sudoeste del cerro El Taficillo.
Este cerro integra una franja geográfica que llega hasta Catamarca y que los nativos llaman nuboselva. Los biólogos prefieren llamarla "selva de las yungas" y coinciden en que es un ambiente natural único en el mundo, con árboles soberbios y exuberantes arbustos.
La responsable de este emprendimiento privado, la psicóloga Gabriela Bonano, resolvió usar nombres quechuas como una manera de difundir la lengua de los primitivos habitantes de la región, que fue además el idioma oficial del imperio inca.
El quechua ya se hablaba en el Perú siglos antes de la llegada de los conquistadores españoles al Nuevo Mundo y existen estudios que demuestran que proviene de la más antigua lengua aymará.
El auto llega hasta la entrada del centro y desde allí hay que subir una escalinata de piedras, rodeada de un parque que semeja un impecable tapizado verde. En la mitad del camino apenas un aljibe blanco; el silencio comienza a escucharse.
Mientras las mozas ofrecen al viajero un "añapa", bebida fresca, y la orden del almuerzo ingresa a la cocina, se puede recorrer el centro turístico, donde se destaca la laguna Ampatu, sapo en lengua nativa, rodeada de juncos altos y en la que habitan flamencos rosados, patos y cisnes negros.
El mirlo del Himalaya
Junto a ella está la jaula del "mirlo del Himalaya" de plumaje negro y robusto pico amarillo. Esta ave, que se sabe es víctima de un intenso comercio, es capaz, cuando está en cautiverio, de imitar con precisión la voz humana.
Más allá, sobre una lomada, está el mirador, redondo y con un solitario banco de mármol, cubierto por una pérgola por la que trepan hiedras de hojas pequeñas; el lugar invita a la meditación.
Más adelante se abren los senderos flanqueados por faroles y pircas bajas que llevan al mini zoológico, donde conviven desde una pareja de monos hasta un puma que languidece sobre el tronco de un árbol. Hay dos maras, o liebres patagónicas, con su cría; una corzuela roja, también conocida como guasuncho, varios loros, entre ellos algunos de extraño plumaje rojo, y lechuzones de ojos fijos.
Los teros y los monos son los habitantes más barulleros de este mundo animal, en el que también habitan águilas moras y chanchos salvajes. Un animal barcino, del tamaño de una gallina, de cabeza chiquita y coronada por una cresta roja, deambula a sus anchas.
Coloridos vitreaux
En lo más alto de la lomada, al final de otra escalera de piedras, está la pequeña capilla de Nuestra Señora del Rosario, donde también hay una imagen de la Virgen de Luján. Su puerta siempre está abierta y adentro el sol intenso del mediodía se filtra por coloridos vitreaux.
Otro sendero lleva hasta un puente de madera que comunica con las cabañas, el camping y el merendero. Más abajo hay un salón auditorio y el museo Huasi Naupa, casa vieja en quechua. Y en la galería de la entrada se encuentra un enorme tonel de madera que perteneció al viejo convento que los monjes jesuitas construyeron en 1770, y muy cerca de allí la piscina.
Desde ese lugar se ve el extenso parque del complejo, salpicado de palmeras y magnolias, grandes vasijas de barro y estilizadas estatuas blancas.
El parque turístico Alpa Puyo, creado hace cinco años, abre todos los días desde las 9 de la mañana. Los que almuerzan allí los días de semana ingresan al complejo sin cargo. Las entradas cuestan 1 y 2 pesos. Para reservas comunicarse con el teléfono: (0381) 461-3055-3027; e-mail: [email protected].