Aníbal Fucaraccio / La Capital
La decisión de algunos clubes de la Unión de Rugby de Buenos Aires de no participar del torneo Nacional de Clubes desató una encendida polémica en el rugby argentino. Nuevamente, como en los malos viejos tiempos, la Urba y el Interior se reparten desafíos, provocaciones y desplantes en pugna por intereses contrapuestos que aportan muy poco al necesario mejoramiento de las competencias internas. La soberbia medular, el desprecio sistemático y la ausencia total de espíritu deportivo de aquellos que le dieron la espalda al certamen más importante a nivel de clubes del país reactivaron enfrentamientos arcaicos que conspiran contra el progreso de una disciplina que ya tiene por sí misma rasgos marcados de letargo estructural. El calendario nacional de este año tuvo muy en cuenta las fechas del torneo porteño y debido a que en la presente temporada hubo un mayor número de participantes en el Nacional de Clubes (40 equipos), se decidió dar comienzo al certamen mientras se desarrollaban las instancias decisivas de los torneos de la Urba y del Interior. Basándose en cuestiones menores como el cansancio de los jugadores luego de una extenuante temporada, algunos clubes porteños desecharon su posibilidad de participación. San Luis, CASI, Newman y las idas y vueltas de La Plata (aún no jugó con Huirapuca su encuentro de 2ª ronda), abrieron el debate con sus posturas. Acaso estos equipos sufrieron un mayor desgaste que Gimnasia y Esgrima, Cardenales, Tala, Jockey de Rosario o Universitario de Tucumán (por citar solo algunos ejemplos), que vienen soportando además de sus respectivos torneos regionales los viajes del exigente torneo del Interior. Ninguno de estos conjuntos ha demostrado durante este año una expresión colectiva que sustente algún tipo de capricho institucional. Y si hubieran tenido suceso, tampoco tendrían derecho a gozar de privilegios absurdos y retrógrados que atropellan los elementales parámetros de igualdad que deben sostener las bases de cualquier deporte. Como si esto fuera poco, este fin de semana se decidió dar un receso para que se desarrolle el VII Seven de la Urba, una competición que pertenece a otra modalidad. Ahora algunos esbozan la idea de separar las competencias del Interior y las de Buenos Aires. "Tenemos que crear la Unión de las Provincias Unidas y apartarnos definitivamente de Buenos Aires", dijo con despecho un calificado entrenador de un equipo rosarino que sigue en competencia. Pero en estos momentos hay que pedirles grandeza intelectual a los que tienen la posibilidad de tomar decisiones. No es conveniente pensar con el corazón irritado y de ninguna manera se debe permitir una vuelta al pasado. ¿Queremos retornar a un rugby de Unitarios y Federales? Esa historia es conocida, y sus consecuencias también... Alguna vez se debe aprender de los errores. Y si se comenzó a andar con enorme esfuerzo el camino de la evolución de las competencias domésticas en busca de una mejor calidad de juego, se debe seguir apuntalando ese crecimiento a través de la superación de las diferencias, con sanciones a los que violan con su soberbia los límites de la ética deportiva y con imperiosos cambios en la normativa vigente. Esta clase de enfrentamientos internos empequeñecen la labor de la UAR, engendran un insólito club de la pelea que obtiene como respuesta una suerte de ira colectiva justificada, repiten históricos deslices del amateurismo y obligan al rugby argentino a un estancamiento crónico del cual no es merecedor.
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