Año CXXXV
 Nº 49.620
Rosario,
jueves  03 de
octubre de 2002
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Punto de vista: La moto del Che no pasa por acá

Fernando Toloza / La Capital

Al director brasileño Walter Salles le gustan las películas de viaje. Lo demostró con "Estación Central", donde una anciana y un niño se embarcaban en una búsqueda que los llevaba hacia el norte agreste de Brasil. Ahora el realizador la emprendió con la adaptación a la pantalla de "Mi primer gran viaje", las notas que tomó Ernesto Guevara, el futuro Che, de su periplo en moto por Sudamérica junto a su amigo Alberto Granado. El libro de Guevara no es, en realidad, un libro. Es un conjunto de breves relatos del joven Ernesto Guevara orientados por el Che para testimoniar cómo se dio el cambio de sus costumbres de muchacho acomodado. En ese sentido, el filme pretende mostrar un viaje iniciático, en consonancia con la idea editorial del libro, que fue armado con un gran sentido de la oportunidad. La diferencia entre el libro y la película, que se comenzó a filmar esta semana, está en que Salles tomó el toro por las astas y rehizo casi por completo el itinerario de Guevara y Granado. Ese afán documental puede darle al filme algo de la sangre que le falta al libro, con excepción del interesante prólogo, escrito tiempo después de ocurridas las aventuras narradas. Guevara será interpretado por Gael García Bernal y Granado por Rodrigo de la Serna ("Okupas"). La mezcla es interesante. El riesgo está en García Bernal, que tiene que volver a hacer de argentino (lo probó en "Vidas privadas") y vencer el marketing que hoy lo rodea. Paul Theroux reconoció a Rosario, en su libro de viajes en tren por la Argentina, por ser el lugar donde nació el Che, pero añadió sin piedad que aquí no había aprendido a ser un luchador. El filme de Salles pretende mostrar dónde aprendió a serlo y, en coincidencia con Theroux, Rosario no figura en el mapa. Todo empieza en Córdoba, pasa a la costa Atlántica y salta a Mendoza. Y de Rosario, nada. Pero a no desesperar, porque, aunque no es lo mismo, sí tuvimos, según la fábula, a un motociclista intrépido: el cuentista Horacio Quiroga, que solía dejar su máquina en los galpones de una yerbatera local, aunque no se sabe si tomaba mate de esa marca.


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