Ninguno de los presidenciables tiene el background intelectual de Elisa Carrió. Pero, a la vez, la indómita líder del ARI mostró en Rosario su impericia para encabezar un proceso alternativo serio y sustentable. En lugar de recostarse sobre el único dirigente aliado que tiene capacidad de gestión registrada en una ciudad de más de un millón de habitantes, Lilita prefirió fastidiarse cuando le nombraron a Hermes Binner como potencial compañero de fórmula. Y hasta lo chicaneó: "Nosotros hacemos acuerdos por principios, no por caras".
La descriptiva crónica de La Capital del viernes pasado mostró algo que se venía insinuando: Binner cree desde lo íntimo (aunque los pesepistas blindan sus internas como un recaudador de caudales) que la táctica política de Carrió está condenada a repetir el pasado. Una herida mortal para quienes creen que la centroizquierda tiene el deber de mostrar que hay un camino alternativo al "más de lo mismo".
¿Qué posibilidades de triunfo puede esperar el ARI si su monopólica figura se limita a pronosticar huracanes y blandir la cruz como espada?
Así como un sector del periodismo porteño la ridiculiza con frases hirientes (a la derecha de su pantalla), el microclima de buena parte de quienes ocupan el espacio autodenominado "independiente", los domingos a la noche, la convierte en "Lilita conductora" (del programa).
Socialistas al rojo vivo
Todas las encuestas serias que se hacen en Santa Fe indican que Binner, si decide ser candidato a gobernador, le traccionará votos a la chaqueña y no a la inversa. Pero Carrió se dio el lujo de chicanear al intendente: "Los liderazgos se ganan en la cancha". La frase fue interpretada desde el binnerismo como una presión de la diputada para que se lance a la Casa Gris: "Como si no hubiésemos tenido que soportar las jetoneadas de (Horacio) Usandizaga en el 95, aparece esta Gorda tratando de mojarnos la oreja".
Razón no les falta: Rosario tiene en el intendente y en el gobernador provincial a dos de los escasos dirigentes que pueden caminar las calles sin riesgo de escraches. Y precisamente por haber ganado liderazgos en la cancha.
Binner se fue el jueves del teatro El Círculo sin poder disimular su malestar e hizo, diplomáticamente, la gran Lole : "Soy intendente hasta diciembre de 2003. ¿Después?, a lo mejor peleo la presidencia de Central Córdoba", ironizó.
"Yo vengo de un gran desengaño con la Alianza. A esta película ya la vi. Y no quiero tropezar dos veces con la misma piedra, tenemos que pensar en otra alternativa para sacar a la Argentina de la crisis", le dijo Binner a La Capital el 31 de mayo pasado. A buen entendedor, pocas palabras.
Más allá del desplome en los sondeos que experimenta Carrió, no sería bueno que la política se prive de tener una coalición de centroizquierda con vocación de poder real. En vez de tantos discursos efectistas, la Pasionaria argentina debería mirar con más detenimiento y aprender de la experiencia chilena.
Por errores propios y cierta hipocresía nativa, resulta patético que Carlos Chacho Alvarez (uno de los pocos políticos talentosos de la posdictadura) sea el único condenado por el "que se vayan todos".
Rozando apenas los 50 años, el ex vicepresidente tiene como única utopía inmediata la aparición de un libro de memorias. Sería bueno que el progresismo (Chacho incluido) tome nota de que para gobernar hace falta algo más que la denunciología permanente.
Para que eso se haga realidad la centroizquierda también deberá dar vuelta una página en la que no figura el sentido común y sí el recorrido permanente por los canales de TV.
Hay que ser intelectualmente deshonesto para negar la lucidez dialéctica y el desparpajo de la autodenominada "gorda, periférica, marginal y provinciana". Pero los liderazgos se ganan en la cancha; la cruz es lo de menos. Binner puede dar fe.