Año CXXXV
 Nº 49.616
Rosario,
domingo  29 de
septiembre de 2002
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Habilitaron el tránsito vehicular en el Puente Colgante de Santa Fe
A 19 años de haberse desplomado, se abrió definitivamente el paso para coches livianos

Jorge Sansó de la Madrid / La Capital

Santa Fe. - Fue otra jornada para atesorar. De esas que les hacen bien a una comunidad abatida. La apertura definitiva del Puente Colgante al tránsito vehicular liviano se produjo ayer a las 8. El sentimiento de incredulidad y emoción ya había volcado a miles de santafesinos a su ícono urbano mayor el pasado 7 de septiembre, cuando se abrió al paso peatonal. Ayer se cumplieron exactamente 19 años de cuando se desplomó por una fatal mezcla de desidia oficial con la que fue hasta ahora la peor inundación del último tramo del siglo XX.
Hubo urgencias. Desde las cinco de la mañana estuvieron quienes hasta ese momento no habían podido sacarse la foto personal o familiar caminando o parado sobre el reconstruido coloso que ciñe nuevamente orgulloso a la Laguna Setúbal con el mismo aire señorial de su estilo francés de los años 20.
Fue una fiesta y nadie se la quiso perder. Menos Juan Carlos Ubrón quien junto a su familia se apostó a las 4 de la mañana en el ingreso para cumplir su sueño. A bordo de su camioneta amarilla que adornaron con banderas argentinas y santafesinas, los Ubrón fueron los primeros en hacer la nueva travesía de cruzar el mismo puente de siempre pero reconstruido.
"Cómo no querés que llore hijo. Mi padre me trajo al puente a los cuatro años de edad, me paró en el ingreso y me dijo: Mirá si no es una belleza y es nuestro, nuestro orgullo. Ese día me sentí verdaderamente santafesina. Recuerdo que llore amargamente cuando se cayó en 1983 y pensé que me iba a morir sin volver a verlo. No creía que se pudiera levantar nuevamente pero acá estoy, feliz, emocionada, llorando sintiéndome santafesina porque he reconciliado mi historia personal con los recuerdos de la infancia como pienso que lo está haciendo la ciudad. Recuperar algo que creíamos perdido y tenía un gran valor sentimental siempre es importante. Espero que los jóvenes entiendan esta lección que va más allá del puente", le dijo Esther a La Capital antes de que la emoción la quebrara -lo que no es saludable para sus setenta y tantos años-, mientras pedía a su nieto dar el "segundo mejor paseo de su vida".
Fueron muchos como Esther, o como otros que prefirieron hacer sonar sus bocinas, poner las radios de sus vehículos a toda velocidad mientras gritaban eufóricos. Cumbia y gritos, la ciudad de Santa Fe ayer no ganó un campeonato de nada. Fue más importante, recuperó parte de autoestima ciudadana y en estos tiempos de desasosiego, no es poca cosa.
Unos 20 autos siguieron a la camioneta amarilla embanderada de los Ubrón que abrió el paso no bien los operarios de la empresa encargada de las obras quitaron las vallas de seguridad y la multitud que rodeaba el ingreso rompió en aplausos y gritos de festejo.
Ayer tampoco hubo protocolo oficial, ni funcionarios, ni políticos. Sólo los ciudadanos reencontrándose con su pasado y pretendiendo, a fuerza de alegría y emoción, cruzar al futuro pintándose el alma de color esperanza.

Una obra práctica
Ya nadie discute si los ocho o diez millones de dólares, que costó la reconstrucción, estuvieron bien empleados o hubiesen sido mejor usados en urgencias más coyunturales impuestas por la inveterada crisis argentina que hace estragos en el tejido social de la capital provincial.
Actualmente existen grandes expectativas porque se recuperó una obra que embellece aún más el único paseo íntegro que tiene la ciudad: sus dos costaneras que bordean la Setúbal y al que el Colgante ahora une de modo definitivo.
Pero hay también razones que hacen del puente una necesidad. Se estima que su rehabilitación al tránsito descongestionará una zona que, especialmente los fines de semana, satura el viaducto Oroño (el moderno de cemento y sin estética romántica) que está a su lado. Se calcula que entre 20 y 30 mil coches diarios pasarán los sábados y domingos en los que a veces se producen embotellamientos de kilómetros para ingresar a la ciudad.



Los santafesinos ya gozan del símbolo de su ciudad. (Foto: Roberto Paroni)
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