Año CXXXV
 Nº 49.611
Rosario,
martes  24 de
septiembre de 2002
Min 8º
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cartas
Lamentable desilusión

Quienes observamos con atención el acontecer social de la ciudad y la región en estos tiempos tan difíciles, hemos encontrado con frecuencia la figura o las declaraciones de monseñor Mirás. Desde el templo, en los medios, o en el mismo lugar de los acontecimientos, manifestaba una postura clara, serena y sagaz. Sin dudarlo afirmaría que hombres y mujeres de esta ciudad, y no hablo de católicos, veían en Mirás a un hombre equilibrado, seguro y consciente de su responsabilidad. Recordamos su intervención personal decidida, su presencia física en el lugar mismo del conflicto, cuando los saqueos asolaron la ciudad. Por el contrario, luego de haber leído sus declaraciones a La Capital (edición del lunes 16/9 "Insólitas declaraciones"...) no hemos experimentado otra cosa que indignación y una desagradable sorpresa. Si monseñor Mirás hubiera contestado a la requisitoria periodística señalando su deseo que el caso Storni se aclare de manera completa, exhaustiva y de inmediato, no se podría menos que compartir su inquietud. Pero no lo ha hecho así. Ha ejecutado en cambio una defensa corporativa explícita. Ha ejercido una inexplicable descalificación contra la autora del libro ("esta mujer, la del librito"). Ha discriminado jerárquicamente a los sacerdotes santafesinos ("dos o tres curitas", dijo) que señalaron hace años ya las conductas aberrantes en Storni. Ha elegido respaldar a su par y entrar en la camorra de las calificaciones deliberadas ("grupo mafioso", "dineral gastado", "campaña perfectamente preparada"). Todo esto sin reparar en que lo único que corresponde, por respeto a las personas y a las instituciones, es que monseñor Storni sea investigado y las acusaciones probadas o rechazadas. Con las consecuencias legales que correspondan. ¡Qué lamentable conducta! Hoy, cuando tantos argentinos estamos afectados precisamente a causa del proceder corporativo, del silencio cómplice, del abuso de autoridad. Hoy, cuando necesitamos, imperiosamente, que la verdad, sin distinción de jerarquía, partido o religión, retome su lugar preeminente entre nosotros.
Jorge C. Zilli


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