La escasez de efectivo y la restricción del crédito les dio el empujón que estaban esperando: en los últimos tres meses muchos negocios de compraventa abrieron sus persianas y hasta llegaron a disputar clientes a los comercios más tradicionales. Es más, otros locales decidieron cambiar de rubro e incorporaron la venta de usados como un servicio más a sus clientes. Así, atrajeron nuevamente la curiosidad de la clase media. Aquella que en la década pasada compró filmadoras y aparatos de gimnasia y, ahora, las canjea por efectivo sin ninguna culpa porque según aseguran "en realidad casi ni las usamos".
Y la tentación de convertir estos bienes en pesos -en tiempos de corralito y devaluación- es cada vez más grande. Así, a partir de marzo los negocios de compraventa empezaron a proliferar en el centro de la ciudad donde se ofrece desde electrodomésticos y artículos de computación hasta antigüedades y muebles.
No saben si llegaron para quedarse, pero en principio tienen claro que el mercado los favorece. Recién la semana pasada, después de siete meses, las tarjetas de crédito comenzaron a financiar las compras en hasta tres cuotas, aunque con un interés del 75 por ciento anual.
Además, los comercios de usados tienen otra carta a favor: los precios se fijan a la mitad de lo que el mismo artículo costaría nuevo, se extiende una garantía técnica por seis meses y se pueden establecer canjes con una cantidad de mercadería que cada vez aparece más diversificada.
"Salvate: comprate, vendete, permutate", propone un sugestivo aviso publicado en los clasificados de La Capital. Detrás del mostrador de Salvate está Cristóbal. "Nuestros clientes son principalmente de clase media, quienes no tienen trabajo o cobran algún subsidio ya ni nos visitan", asegura el encargado del local que hace 3 meses se instaló en la Galería Dominicis (Sarmiento al 1000).
Cristóbal no tiene ninguna experiencia en comercios de compraventa. Tuvo que aprender "de golpe", cuando se dio cuenta de que "por estos días el negocio pasa por acá". Y explica: "La mayoría no tiene dinero para comprar cosas nuevas, y el resto necesita efectivo para atender otras necesidades". Inmediatamente recuerda el caso de un hombre "que vino a vender la filmadora porque tenía que pagar la operación de su papá".
Sin embargo, para José Kruel el fenómeno del auge de las compraventas no está asociado estrictamente "a la desesperación" de un sector social ávido de efectivo. "Sólo el 20 por ciento de nuestros clientes pueden estar en esta situación. La mayoría es gente que descubre que tiene en su casa muchas más cosas de las que necesita", advierte.
El 1º de abril, Kruel abrió Infoservice un galpón de mil metros cuadrados en Entre Ríos al 1.900. Allí recibe todo tipo de objetos, tanto nuevos como usados, y los mantiene en exhibición por 30 días, además de publicarlos en un catálogo en Internet. Los precios los fijan los vendedores y él sólo cobra una comisión sobre la venta y un derecho de estadía y publicidad de 5 pesos.
"En estos tres meses aprendí muchas cosas. Primero que es mentira que en épocas de depresión la gente no compra, más bien lo que hace es cuidar más el dinero. Pero cuando encuentra lo que necesita a buen precio no lo deja pasar. Después, que nada es imposible de vender, hay compradores para todo", detalla Kruel.
Así, en su local se muestran tanto zapatos y tapados de piel como lanchas y autos. Pasando, por supuesto, por muebles y electrodomésticos, juguetes, instrumentos musicales, artículos para el bebé, bicicletas, patines, bargueños chinos y habanos cubanos.
Cambio de rubro
Antes de abrir su "feria americana gigante", Kruel tenía un estudio contable. Pero no fue el único que, por estos meses, cambió de rubro. Así, la compraventa Salvate nació a instancias de una compañía financiera. Y hasta las joyerías comenzaron a incursionar en el negocio de los usados.
Desde hace unos meses, en las vidrieras de El Lingote (Maipú al 1000) las alhajas conviven con multiprocesadoras, celulares y notebooks. "Hoy todo el mundo vende y compra todo. Y no sólo lo hace la clase media, sino también la alta. Nosotros tomamos aquellas cosas de las que la gente se quiere desprender y se las ofrecemos a quien las necesita", dice Darío Aguirre, uno de los encargados del local.
Y la actividad no tiene límites. "Llegamos a vender equipos de sky, circuitos cerrados de televisión, aires acondicionados, motos acuáticas y hasta monturas de caballos", enumeró el empleado.
Mientras Aguirre atendía a La Capital, una señora llamaba por teléfono para ofrecer una caja fuerte "casi sin uso". Y en el mostrador esperaban su turno una estudiante de derecho, un jubilado y un médico que, alternativamente, buscaban cocinas usadas, ofrecían televisores o preguntaban precios de teléfonos celulares.
"Es que se terminó la compra en cuotas y esto es lo único que nos queda", se resignó una clienta que pidió reserva de su nombre. "El efectivo lo tienen los bancos y los créditos ya no existen", explicó otro comprador.
Mientras tanto, la clase media visita las compraventas de usados y las ferias americanas. Lo único que todavía persiste de las promocionadas ventajas del Primer Mundo.