| | Editorial Para qué la guerra
| La ofensiva norteamericana sobre Irak parece aproximarse cada día más. Pese al intento de algunos líderes mundiales de frenar el ataque contra Saddam Hussein, el presidente George W. Bush está decidido a terminar con la operación militar que inició su padre durante la Guerra del Golfo. En aquella oportunidad las tropas de Saddam fueron desalojadas de la invadida Kuwait pero sin hacer caer al gobierno iraquí. Sin embargo, esta vez, Estados Unidos está decidido a desalojar al líder iraquí del gobierno bajo la excusa de que almacena armamento nuclear o químico con el que puede atacar a países occidentales. Es en este marco que las Naciones Unidas intentan reinstalar a sus inspectores en suelo iraquí para corroborar o desmentir las sospechas norteamericanas. Parece poco creíble que con la actual tecnología satelital no se pueda detectar inmediatamente el peligro amenazante de la producción de armas letales, sea en Irak o en otras partes del mundo. Saddam es el típico tirano que aún sobrevive en muchos países árabes. En el pasado no ha tenido piedad con sus enemigos -como los vecinos iraníes o los kurdos que habitan en su territorio- a quienes ha intentado exterminar con gases químicos. Saddam es un peligro para la paz, de eso no hay duda, pero Bush tampoco es una garantía. El ataque a Irak, de producirse, causaría no sólo la intolerable muerte de civiles sino también una amenaza para la paz mundial. Israel ya esta preparado para ser bombardeado con misiles desde Bagdad y está vez se supone que responderá a la agresión. En el mundo musulmán se anunció que una invasión a Irak encendería un deseo de venganza descomunal, por lo que todo el mundo viviría aún más que ahora la sensación de una vulnerabilidad permanente ante el terrorismo. Desalojar a Saddam del poder no garantiza terminar con el terrorismo internacional, porque Irak no es la única vertiente que lo nutre y cobija. Muchos aliados norteamericanos de la región tienen una posición tan dudosa como la de Irak y sin embargo no son cuestionados. Parece una excusa pueril atacar a Saddam por la negativa a las inspecciones de la ONU. Las verdaderas motivaciones habría que analizarlas a la luz del nuevo rol que cumple Estados Unidos en el mundo globalizado, cuyas consecuencias económicas para muchas naciones subdesarrolladas siguen siendo tan intolerables como la guerra.
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