En un antiguo casco de estancia ubicado a unos nueve kilómetros de la localidad de Los Molinos, se encuentra el primer palacete construido en el sur santafesino a mediados del siglo XIX. El edificio tiene más de 150 años, se destaca fundamentalmente por su valor histórico y arquitectónico y, constituye uno de los lugares más atractivos del incipiente agroturismo regional. El establecimiento puede ser visitado los fines de semana por medio de excursiones que parten desde la terminal de ómnibus de Casilda.
El palacete de la estancia La Cautiva tiene una superficie de 600 metros cuadrados y aún preserva su fisonomía de estilo europeo a pesar de las reformas edilicias.
El lugar todavía conserva las troneras que se utilizaban para defenderse de los malones (ataques de los indígenas). En la cocina del inmueble hay un sótano que conduce a un túnel que, según dicen, tenía salida al río Carcarañá para escapar de los aborígenes, aunque hace unos años su abertura fue cerrada por seguridad.
Amplias habitaciones, mosaicos y revestimientos europeos, aberturas en roble, columnas, azoteas artesanales y grandes ventanales son algunas de las características estéticas de un sitio poco menos que deslumbrante. También seduce por su arboleda y la variada forestación de su parque, donde sobresale una delicada fuente de cemento con agua.
Frente del palacete La Cautiva, construido en 1852, pasaba el por entonces Camino Real que conectaba a Buenos Aires con el Alto Perú, por donde transitaron distintos ejércitos nacionales.
De mano en mano
La estancia La Cautiva tiene su origen en la subdivisión de varias lonjas de tierras rematadas a los jesuitas en 1775. Primero perteneció al capitán Gerónimo Acevedo, después pasó a manos de los hermanos Nicolás y Meliton Sotomayor y, en 1871, fue comprada por el ex gobernador santafesino Mariano Cabal, quien años más tarde debió entregársela al Banco de Londres para pagar un crédito.
Posteriormente la adquirió Pascual Leguizamón y, después de su muerte, quedó para su esposa, quien se casó con el capataz de la estancia, un hombre de apellido Núñez. Con el paso del tiempo, La Cautiva tuvo varios propietarios más. Actualmente la estancia tiene unas 200 hectáreas y pertenece al casildense Fernando Bilesio, quien explota el predio para la producción agropecuaria y tambera. El inmueble se encuentra un poco deteriorado porque estuvo deshabitado durante más de veinte años.
Allí se practicaron las primeras pasturas artificiales de la zona y además fue el escenario de la primera rebelión ganadera del país. "La Cautiva era una estancia fortificada para protegerse del malón de los indios y se comenta que allí podría haber funcionado un cantón militar, aunque eso no está documentado", dijo el historiador casildense Evaristo Aguirre.
La Cautiva lleva ese nombre en homenaje a unas mujeres que fueron llevadas por los indios y que pertenecían a una familia amiga de los primeros dueños de la estancia. No era una posta sino un lugar donde se prestaba servicio y refugio a la gente de la campaña cuando había peligro.
Quienes visiten el predio además de aprovechar las instalaciones y el imponente paisaje natural para tomar fotografías podrán disfrutar de una jornada de descanso y esparcimiento y deleitarse con dulces artesanales, pan casero y comidas tradicionales. Los actuales propietarios prevén hacer una serie de mejoras para festejar cumpleaños y que los turistas puedan pasar la noche en el palacete durante todo el fin de semana. Informes al teléfono 03464-421877.