Año CXXXV
 Nº 49.609
Rosario,
domingo  22 de
septiembre de 2002
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Bariloche: Sueños de juventud
Se calcula que más de 70 mil estudiantes secundarios arriban todos los años a la ciudad rionegrina

Daniel Leñini / La Capital

No puedo creer esa luna; detengámonos un momento a mirarla", exclama Olga Gaviria, colombiana, en medio de la noche húmeda. "Mejor, caminemos 50 metros más porque la tendrás frente al lago", le dice Pablo Rachid, un rosarino que se convierte en improvisado guía. Y ahí sí, a los dos minutos, el grupo queda en silencio contemplando las tranquilas aguas del Nahuel Huapi cerradas por las laderas nevadas de las montañas de enfrente.
Reina buen humor en Bariloche, al cierre de una temporada alta con mayores beneficios que años anteriores. La devaluación afianzó este año el turismo receptivo, y es así que brasileños, chilenos (gran mayoría) pero también coreanos, canadienses, españoles, colombianos se ven caminar las calles, visitar los comercios y prenderse en la mayoría de las excursiones. También, apostar en el casino Worest, aunque menos desafiantes y compulsivos que el argentino medio.
"La temporada baja también abre buenas expectativas", nos dice Daniela Otero, titular del Emprotur. Comenta que las cabañas y bungalows atraerán con tarifas menores a 40 pesos por persona; los hoteles reducirán precios y las hosterías otro tanto (más información en www.bariloche.com.ar).
La temporada de esquí cierra pronto (30 de septiembre), así que lo más alto del cerro Catedral fue obligada visita en los primeros días de nuestro viaje. El instructor (todos alrededor de 80 pesos la hora), Isidoro, comenta que apenas termine el mes partirá a enseñar a Canadá y Estados Unidos al igual que otros años. El testimonio sirve para conocer la vida de los instructores argentinos, según Isidro, reconocidos en las mayores pistas internacionales: buenos ingresos pero una vida nómade de hotel en hotel, en compañía del frío y la nieve los 12 meses.
Nuestro debut no fue bueno, más bien un bochorno; los golpes y el esfuerzo comenzaron a sentirse en la primera hora y obligaron a reflexionar que uno está para otra cosa. (En la pista otra vez se reproducían las voces en portugués)

Pastas y tintos mendocinos
La base del Catedral está mejorada y atractiva con locales de ropa informal, de alquiler de equipos y bares. Cuando amaga la noche se puede entrar a Rodeo steak house: buena ambientación, ricas empanadas y pastas para empujar con tintos mendocinos o chilenos (12 a 15 pesos el cubierto por persona).
El nuevo día se prestó para una excursión que generalmente no cabe en la agenda de los jóvenes: Puerto Blest (50 pesos). Una trafic conduce desde Turismo Catedral (Palacios 263) hasta Puerto Pañuelos, donde parte el catamarán: 200 asientos, aire acondicionado y bar. El espectáculo, de todas maneras, está afuera y es el Nahuel Huapi y sus laderas, la isla Centinela que guarda los restos del gigante Perito Moreno y luego el lago Frías. La compañía de las gaviotas se extiende todo el recorrido, picando las masitas que la mayoría del pasaje sostiene con los brazos alzados en la terraza. Los nenes gritan de alegría ante cada picotón.
Cuando casi todo el pasaje desciende a almorzar, se puede emprender un paseo estupendo (siempre y cuando se lleve una vianda): entrar a la selva valdiviana (por su proximidad con la ciudad chilena de Valdivia) hasta llegar al mirador del lago Cántaro, 850 metros sobre el nivel del mar. El paisaje es imponente y lo único que lamentamos fue la niebla que no permitió apreciar en toda magnitud las laderas de las montañas.
La selva valdiviana, uno de los lugares más húmedos del país, dobla en precipitaciones el promedio de Bariloche: casi 3.000 milímetros anuales. (Por ello, altamente recomendables y casi necesarios los borceguíes; si no, envolver las medias con nylon y calzar arriba las zapatillas).
Otra vez en el catamarán para retornar, encontramos a 32 nuevos pasajeros, todos extranjeros, que habían cruzado la frontera desde Chile. Invitamos a la mesa a Rafael, un gallego de 30 años residente de Bilbao, y dos colombianas, Betty y Olga: los tres se sorprendieron con el mate (una mueca arrugada ante cada sorbo sin entender que un elemento así sea considerado una suerte de compañía por los argentinos). Pero más nos sorprendimos nosotros cuando Rafael contaba, uno tras otro, chistes de argentinos "engreídos" y recitaba tangos de memoria.
Con el pie de nuevo en la ciudad fuimos a cenar a Brava (Palacios casi Mitre), resto-bar de dos plantas y fina decoración: sillas y mesas construidas con el ciprés de la región que se prolonga en las cabreadas del techo. Atenta y jovial nos sorprendió la dueña, Ana Dalessandro de Barba, rosarina cuyos padres están entre nosotros: viven -nos contó- en una casona del bulevar Oroño. Ricas empanadas horneadas y pizzas de rúcula, berenjena y napolitana; eso fue lo que comimos. (Promedio por cubierto: 15 pesos).
A pocos metros, también por Palacios, se puede estirar la noche en Pilgrim, bar irlandés, con dos tragos altamente recomendables: cerveza artesanal Pilsen de frambuesa (3,50 pesos el vaso mediano, 6 el de medio litro), y sidra también artesanal, suave al paladar pero de seis grados de alcohol (mucho más que las habituales) que hace perder la cabeza a partir de los bises.

El campito de Ted Turner
Otra excursión recomendable, también con mayor adhesión entre mayores, es la que emprendimos al día siguiente: el viaje es hacia el norte, durante dos horas, bordeando el río Traful hasta arribar al lago del mismo nombre.
Pasamos frente a la estancia de Ted Turner ("Primavera", de 12 mil hectáreas, según nos precisa el guía Eduardo Brest) donde el millonario estadounidense se distiende algunas semanas al año pescando trucha con mosca.
Por toda la zona se extienden cabañas preferentemente alquiladas por extranjeros, devotos del mismo deporte. En la Estancia "Arroyo Verde", perteneciente a la familia Larriviere, el costo del hospedaje es de 580 dólares para una single (incluye traslado aeropuerto-estancia-aeropuerto, comidas, pernocte, cabalgatas, cacería).
El lago Traful sorprende maravilloso, imponente, desde el mirador al final del recorrido. Minutos después se puede cerrar la tarde en algunas de las casas de té de Villa Traful, entreveradas entre tantos chalé de madera de ciprés que dan envidia.

Pibes Chorros y Damas Gratis
Mientras todo esto ocurre en Bariloche (que ya suma 100 mil habitantes, el triple de su población de la década del 70), y su gente disfruta de un año más prospero, la ciudad sigue trajinada por los estudiantes secundarios: se calcula que de 70 mil a 100 mil son los que arriban cada año.
Pedimos permiso en dos hoteles de la cadena Ausonia (son seis en total, gerenciados por Río Estudiantil) para testear qué hacen los chicos una vez lejos de los padres: los cuartos, todos ocupados; en los pasillos, lobby y sala de entretenimientos, la cumbia de los Pibes Chorros y Damas Gratis parece primera entre las preferencias. Después, mucho entusiasmo por las disco (Rocket, Pachá, Cerebro) a medida que avanza la noche y poca atracción por las excursiones de la mañana siguiente (Es que levantarse a las nueve, tras tres horas de sueño nada más, representa un esfuerzo tremendo y el desgaste se acumula día a día).
Otro detalle grato: que choferes y empleados de los hoteles -en general, acostumbrados a renegar y tratar de contener a los chicos- destaquen el comportamiento en general de los rosarinos por más calmos u obedientes que el promedio general. Una mención especial a una delegación que estaba por esos días allí y a la que cruzamos en planta baja: secundarios del colegio Gurruchaga que habían llegado tras ganar el viaje por un concurso de videos.
Bariloche parece despertarse de un letargo de seis o siete temporadas consideradas desfavorables. Los guías de turismo se notan más preparados, las pistas del Catedral siguen luciendo entre las mejores del mundo y las hosterías mejoraron notablemente los servicios. Todo el mundo pretende, para el 2003, una temporada al menos igual o mejor que ésta.



El mirador del lago Cántaro en el paseo a Puerto Blest.
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