Las delicias de la historia, la posibilidad de la aventura, la riqueza de las artesanías, una arquitectura singular y el carácter de su gente, se conjugan para hacer de la ciudad de La Rioja un lugar pleno de encantos.
La capital riojana, fundada en 1591 por Juan Ramírez de Velazco, exhibe un abanico de atractivos que incluye iglesias centenarias, museos que albergan riquezas, plazas plenamente integradas a la vida urbana y características poblacionales que mixturan costumbres aborígenes, rurales y ciudadanas.
La céntrica plaza 25 de Mayo, sitio de fundación de la urbe, es el punto de partida. Allí donde hoy se alza el monumento al libertador José de San Martín, Ramírez de Velazco plantó el rollo real, convencido de que la cercanía con las minas de Famatima convertiría a Todos los Santos de la Nueva La Rioja -tal el nombre que eligió- en la ciudad más próspera de las Indias.
La plaza mantuvo por décadas el lugar de corazón de la ciudad. A su alrededor, como en casi todas las urbes del país, está la catedral, los tribunales y la Casa de Gobierno, y en su centro cada 31 de diciembre, al mediodía, se realiza el Tinkunaco, una de las ceremonias más tradicionales de América Latina.
Un mínimo itinerario por el centro de esta capital -de 180 mil habitantes- lleva al turista por la catedral, los museos de Bellas Artes, Histórico y Arqueológico Inca Huasi, y también por el mercado artesanal, el convento de Santo Domingo y la plaza 9 de Julio.
Cúpulas barrocas
Frente a la plaza 25 de Mayo está el santuario de Nicolás de Bari, inaugurado en 1912, que muestra una particular mezcla de estilos: bizantino en su fachada, gótico fantasioso en sus campanarios y barroco italiano en las cúpulas. La catedral guarda los restos de monseñor Enrique Angelelli y del presbítero Pedro de Castro Barrios, quien representó a La Rioja en la Asamblea del año XIII y en el Congreso de Tucumán.
Camino al mercado artesanal, no está de más una mirada a la Casa de Gobierno, inaugurada en 1937 y de estilo neocolonial. Ya en el mercado -una casona de estilo italiano-, y si la billetera lo permite, pueden comprarse trabajos en cerámica, cuero y madera, y también cestería y tejidos en telar.
Museo folclórico
En el museo folclórico, que ocupa una enorme casona de fines del siglo XVII, que funciona allí desde 1969, hay salones dedicados a cerámica y platería, una capilla y una imperdible sala de mitología donde se revisan los misterios de la Pachamama, la Yacumana, el Huayra y la Salamanca.
Muy cerca, la plaza 9 de Julio, creada en 1886 en terrenos hasta entonces ocupados por huertas, fue diseñada por el paisajista francés Carlos Thays y guarda una curiosidad: es la única plaza del país en la que no puede darse "la vuelta del perro", por el sentido de circulación de sus calles aledañas.
La plaza tiene cipreses, casuarinas y palmeras, y una pintoresca glorieta; a su alrededor está el viejo Correo y también la Legislatura, que después de varias mudanzas se asentó en este edificio de 1907.
Apenas a unas cuadras está el palacio municipal, en la casa que perteneció al escritor Joaquín V.González. De estilo gótico neorrealista, esta casa de 1880 exhibe en su frente las figuras de los caudillos locales Facundo Quiroga y "Chacho" Peñaloza.
Otra iglesia, la de Santo Domingo, es una construcción de singular belleza. Costeado por Pedro Ramírez de Velazco -hijo del fundador de la ciudad-, se cree que es la primera iglesia del país. Construida en 1593, conserva los muros de piedra orginales, una puerta con un impresionante tallado en madera y una imagen del Cristo crucificado de origen cusqueño.
En el Museo de Bellas Artes se rinde homenaje a Octavio de la Collina, considerado el primer pintor riojano, con la exhibición de cerca de 300 de sus obras.
Piezas aborígenes
El museo Inca Huasi es uno de los más importantes del país en materia de arqueología, con un patrimonio de más de 8 mil piezas de culturas aborígenes de la zona. Tiene cuatro enormes salas con trabajos en cerámica y piedra, incluidas urnas funerarias de las culturas diaguita, aguada, belén y condorhuasi.
Y si queda tiempo, vale la pena alejarse del centro y visitar el parque Yacampis -con su mirador enclavado en las lomas más bajas de la Sierra de Velazco-, y el Pozo de Vargas, donde se libró en 1869 la batalla entre las fuerzas de Antonio Taboada y Felipe Varela.
Pero La Rioja capital guarda otras delicias que no aparecen en las guías de turismo: una cocina local atrapante, variedad de aceitunas como para no esquivar, la tranquilidad inalterable de sus bares y cafés y la posibilidad de adentrarse en algunos de los circuitos de aventura de los alrededores.
Además, desde la ciudad se inician el Circuito de la Costa, que abarca Sanagasta, Aminga, Anillaco y Aimogasta, y La Ruta de los Caudillos, que transita por Patquía, Chamical, Olta, Chepes, Ulapes y Tama, además de las clásicas excursiones al Parque Talampaya y al Valle de la Luna, en San Juan.