El jockey Abel Luján Giorgis quien rodó en la jornada del pasado miércoles en San Isidro cuando dirigía a la yegua Miss Bolocco, se encuentra muy recuperado de su traumatismo craneano y continúa internado en franca mejoría en una sala común de sanatorio del Jockey Club a la espera de su alta médica.
El traumatismo craneano que recibió Giorgis le producía (por momentos) la pérdida parcial de su lucidez, producto de un principio de edema cerebral que hizo temer a los médicos de una lesión de mayor gravedad, pero afortunadamente el jinete pudo sobrellevar bien con el correr de las horas la herida recibida en su brusco contacto con la arena, sin producirsele ningún coágulo, y se lo nota muy restablecido.
Por su parte, Leandro Galdeano -otro de los jinetes accidentados- que hace poco más de 10 días en Palermo sufriera las consecuencias de una espectacular rodada, al quebrarse su conducido Grove, se encuentra enyesado con una especie de corsé y con un collar de filadelfia que le inmoviliza el cuello y también la columna dorsal. Sigue cumpliendo la recuperación en su domicilio de la zona de Martínez en el Gran Buenos Aires, concurriendo periódicamente a la clínica Bazterrica donde deberá seguir el tratamiento, y en donde le darán el alta médica a su debido tiempo para poder volver a empuñar las riendas.
Clausuras en Palermo
Una inspección de rutina que realizó la división Bromatología del gobierno Autónomo de la Ciudad de Buenos Aires clausuró varias de las confiterias que funcionan en el hipódromo Argentino, y ocasionó innumerables dificultades a los aficionados presentes y también a los mozos que atienden los cuatro pisos y la planta baja del sector Padock. El cierre fue a causa del estado deplorable en que se encuentran las mencionados sectores debido a la construcción antigua del centenario hípico de avenida del Libertador y Dorrego. El mobiliario donde guardan alimentos no perecederos, y la nutrida población de cucarachas e insectos, fueron motivo más que suficiente para tomar la drástica medida.
Sólo se dejó habilitada una pequeña cocina en el 4º piso (rondando la escalera que lleva a la terraza), y ello acarreó grandes trastornos a los mozos, los tuvieron que hacer largas filas para poder cumplir con los requerimientos del público que quería consumir, quienes tenían que aguardar con paciencia la llegada de su pedido, o bien bajar varios pisos a la descubierta, que originó más de una queja.
La Ciudad
