Año CXXXV
 Nº 49.608
Rosario,
sábado  21 de
septiembre de 2002
Min 5º
Máx 17º
 
La Ciudad
La Región
Política
Economía
Opinión
El País
Sociedad
El Mundo
Policiales
Escenario
Ovación
Suplementos
Servicios
Archivo
La Empresa
Portada


Desarrollado por Soluciones Punto Com





Reflexiones
Los nacionalismos

Francisco Umbral / El Mundo (España)

Los ciudadanos rusos, principalmente los jóvenes, han puesto de moda los símbolos y marcas de la antigua Unión Soviética, pero sin ninguna intención patriótica o política, ni tampoco burlona, sino como puro esnobismo decorativo e indiferencia ante la Historia. No es la primera vez que se produce este fenómeno en algún sitio. Los símbolos, las marcas, los carismas, las alegorías y toda la ferralla política y circunstancial, eterna por unos años o unos meses, acaba convirtiéndose en shopping. Es decir, que adquiere un valor o contravalor puramente lúdico o lírico, se convierte en una ironía indiferente que, en última instancia, no condena el sistema representado sino que condena la Historia toda, ese petrefacto que han levantado los hombres con erudiciones sangrientas.
Sabemos por los filósofos que cuando una cosa deja de tener valor de uso adquiere un extraño valor poético. Esto lo captó bien Marcel Duchamp al hacer una exposición de arte con un bidé, un teléfono viejo y otros objetos domésticos en desuso o, sencillamente, fuera de lugar. Hoy, un molinillo de café, se le ponga donde se le ponga, queda irónico o poético. Hace unos años, a esto se le llamó camp.
Desde la caída de Perón en Argentina Evita se convirtió en un fetiche histórico, popular y santificado, en un musical, en una santa laica y en un gran político. Debajo de todo esto había un fino ironismo que sin duda supo captar Jorge Luis Borges.
En televisión están dando un serial sobre la época franquista que, más que irritación, nos produce una pálida sonrisa humorística. Nosotros fuimos aquello y aquello fue todo un sistema. En Grecia, el Partenón se ha quedado pálido. Toda Atenas ha perdido su viva coloración y ahora la caliza nos parece sagrada. Asimismo, los elefantes sagrados de la India están en un circo y las vacas sagradas del nazismo están en la espalda de las camisetas juveniles o sobre los pechos de una muchacha que no sabe quién fue Hitler, pero cree haberle visto como personaje cómico en el cine.
Quiere decirse que en esto para el valor sacrosanto de los nacionalismos, los imperialismos y todas las grandes movidas de la Historia. Gibraltar, o unos cuantos gibraltareños, acaban de declararle la guerra nacionalista a Inglaterra. Nos sentamos a la puerta de nuestra casa y vemos pasar el cadáver de nuestro enemigo. Los ingleses, que tanto mimaron el Peñón injusto, ahora sufren la bofetada nacionalista, el ratimago patriotero de los que no quieren ser ingleses porque son del Peñón y el Peñón es una patria. Ya vimos cómo se levantó Perejil, que está cerca y que volverá a erigir su nacionalismo hirsuto y minúsculo. El hombre elemental necesita una identidad que no tiene. El hombre maduro históricamente se conforma y se confirma con una camiseta o una visera que hagan burla escéptica y decorativa de los grandes mitos.
Tanto el nacionalismo vasco como el español, tanto Córcega como ETA acabarán siendo una camiseta. España, viejo país, ha vivido y fallecido varias veces en el tiempo. El 98 es una burla de las Españas anteriores e interiores. Por eso hoy se afronta con mejor voluntad y más concesión la exigencia del patriota híspido. Acabaremos todos arrinconados en el mismo museo.


Diario La Capital todos los derechos reservados