Año CXXXV
 Nº 49.602
Rosario,
domingo  15 de
septiembre de 2002
Min 8º
Máx 16º
 
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Editorial
Basura e incultura cívica

El informe publicado anteayer por La Capital que reveló cuáles son las áreas más sucias de Rosario descubrió, contra todas las previsiones, que aquella que encabeza el ranking negativo no es precisamente una zona pauperizada: se trata, nada más y nada menos, que del mismísimo centro de la ciudad. La sorpresa que tal dato produjo en los lectores merece que el tema sea profundizado.
Son numerosos, ciertamente, los factores que concurren para que el lugar de la urbe en que supuestamente habita el sector de población de mayor nivel económico y educativo coincida con el epicentro de la mugre. Y uno de los que mayor importancia reviste se relaciona con un aspecto dramático de la interminable crisis económica: la proliferación de cirujas, que buscan tanto su alimento como material que vender entre los residuos. Este problema, por cierto, carece de solución distinta del mejoramiento de la situación general: sin dudas, cualquier intento de reprimir una actividad disparada por la indigencia sería un gesto de inhumanidad suprema. Acaso la clasificación de los residuos ayudaría a disminuir el mal, pero se trataría de un mero paliativo.
Sin embargo, y esto es lo que indigna, el principal problema lo provocan quienes disponen de recursos y educación suficientes y, debido a ello, carecen de toda excusa. Se trata de aquellos que sacan la basura en un horario inadecuado o directamente, en un insólito gesto de indiferencia, la arrojan desde los balcones de los edificios de departamentos. Semejante comportamiento merece ser repudiado no sólo por su evidente carácter antisocial sino porque la emergencia que vive el país reclama, más que nunca, una actitud solidaria y participativa. Lo más grave es que la gente que obra de tal modo conoce a la perfección que incurre en una falta. Pero su propia conciencia no parece alcanzar para modificar tan cuestionable rasgo.
En este caso, sólo la censura de sus conciudadanos podrá cambiar el estado de las cosas. Ningún contralor oficial será efectivo si el conjunto de la sociedad tolera este comportamiento. La frase que resume la situación es dura: Rosario está sucia porque sus habitantes así lo quieren. Habrá que asumir la realidad, si lo que se pretende es modificarla


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