Toledo es el principal centro turístico de Castilla-La Mancha. Una zona llena de castillos que recuerdan el azaroso pasado de la región. Con encantos naturales, un clima húmedo y serranías que ofrecen interesantes excursiones para los amantes de la naturaleza.
El centro histórico de Toledo está emplazado en lo alto de una colina sobre el río Tajo. Detrás de sus murallas está el testimonio de un pasado artístico muy rico. Lo ideal es permanecer en ella al menos dos días. Desde Madrid se accede fácilmente en tren, autobús o en coche por la autovía Nº 401. Pero una vez en Toledo, lo mejor es recorrerla a pie y perderse por sus estrechas calles serenas que nos transportan a un mundo de irrealidad y misterio.
Se trata de uno de los centros más importantes de la historia medieval española. Es una pequeña ciudad fortificada. Todavía se pueden apreciar los muros que la rodean, y si ello no hubiera sido suficiente para defenderse de los enemigos, ahí están las espadas de Toledo, mundialmente conocidas.
Fue capital de España en época gótica hasta 1560, cuando pasó la capitalidad a Madrid. Por eso la arquitectura medieval tan impresionante que posee.
Caminarla es hacer un viaje en el tiempo y aterrizar en la Edad Media. Donde ahora está el alcázar, los romanos, visigodos y musulmanes levantaron sus fortalezas. Mandado a construir en 1535 por Carlos V como un palacio fortificado, fue dañado por el fuego en tres oportunidades. La restauración se realizó siguiendo los planos originales y hoy constituye un símbolo del heroísmo nacionalista, donde funciona el museo militar.
En el siglo VI los visigodos instalaron su capital en Toledo y dejaron atrás muchas iglesias. En la Edad Media fue ejemplo de convivencia de las culturas cristianas, musulmanas y judía; de esa época data el inicio de la construcción de su monumento más distintivo, la catedral.
Construida sobre el antiguo solar de una catedral visigoda y de una mezquita, es uno de los mayores templos de la cristiandad. Su esplendor es tal que refleja la historia de Toledo.
En estos días, con permiso papal, se celebran misas siguiendo el rito mozárabe, que se remonta a la época visigoda. Su construcción duró casi 170 años y por ello posee mezcla de estilos, un exterior gótico francés y el interior que incorpora elementos decorativos españoles, mudéjares y platerescos.
Actualmente la entrada principal es la puerta de Mollete, llamada así porque antiguamente por aquí se distribuía el pan (mollete) a los pobres. Una vez en su interior vale la pena recorrer El Coro, que deslumbra con dos tallados diferentes: la toma de Granada en la parte baja y escenas del Antiguo Testamento en la parte alta. En el Tesoro se guarda la custodia de plata del siglo XVI, de más de 3 metros de altura, que se saca en procesión por las calles de la ciudad el día de Corpus Christi.
Valiosas pinturas
Son numerosas las valiosas pinturas que hay allí: Tiziano, Van Dyck, Goya y el infaltable El Greco, que en el siglo XVI se instaló en Toledo, donde se conservan muchas de sus obras. El artista quedó fascinado por la ciudad y trabajó temas religiosos, realizando retablos para otras iglesias.
Aunque El Greco se formó en Italia y recibió la influencia de grandes maestros como Tintoreto, su obra se identificó con esta ciudad en la que se estableció.
Además no hay que dejar de visitar la iglesia de Santo Tomé, con una magnífica torre mudéjar, que alberga la obra máxima de El Greco, "El entierro del conde de Orgaz", con contrastes entre colores luminosos y sombríos.
El recorrido continúa por la cercana pastelería de Santo Tomé, donde es posible comprar un poco del mazapán local, un dulce legado de la tradición árabe, con el que los artesanos de Toledo hacen un derroche de imaginación dándole las más simpáticas formas. El paseo prosigue rumbo a la sinagoga de Santa María La Blanca, la más grande y antigua de la ciudad.
Por su parte, el museo de Santa Cruz ocupa el edificio de un hospital del siglo XVI. En una construcción de rasgos renacentistas contiene tapices, armaduras, pinturas, espadas damasquinas y esculturas medievales y renacentistas. Una joyita: la última pintura de El Greco, "El retablo de La Asunción" (1613). En la actualidad está en remodelación y el museo Victorio Macho alberga parte de sus fondos artísticos.
Vale la pena hacer una pasada por la Puerta Antigua de Bisagra, el único portal de entrada a la ciudad que conservó su arquitectura militar del siglo X, con enormes torres coronadas por una caseta árabe del siglo XII, donde dio la entrada triunfal Alfonso VI junto a El Cid, cuando conquistó Toledo en 1085.
Comer en Toledo inspira, al igual que paseándose por las calles, un viaje en el tiempo para llegar a cualquier cocina del medioevo y saborear los manjares salidos de un bodegón de Velazquez. Entre sus especialidades se destacan el cordero asado o guisado, cuchifrito, que se prepara con huevo, azafrán, tomate y vino blanco; la perdiz con pochas (sabrosas alubias de la zona) y la tortilla a la magra. En el capítulo de los postres, es recomendable degustar almendrados, arropes, magdalenas, rosquillas y yemas.
El queso machengo ha llegado a tener fama internacional. Es un producto envejecido de leche de oveja, de vaca o mezcladas, para aperitivo o postre. En cuanto a los vinos, la provincia toledana ofrece calidad con La Mancha y Mentrida. Muchos han sido a lo largo de la historia los literatos que se han hecho eco de la cocina toledana habiendo referencias de ella en obras como "El Quijote", "El lazarillo de Tormes", y "La Celestina".
Cerámica, alfarería y bordados
Si pensamos en las compras, hay que tener en cuenta que la ciudad -gracias a su historia y variadas tradiciones y costumbres- ofrece al visitante una rica diversidad de objetos y productos artesanales de incuestionable belleza. La cerámica policromada sobre blanco y en tonos verdes, alfarería, bordados y encajes de renombre internacional, alfombras de Mora de Toledo, artesanías en piel y cuero, juguetería en madera, trabajos en mimbre, vidrios artísticos y excelentes aceites y vinos. Además hay que destacar el arte de los metales que durante la Edad Media fue merecedor de fama universal, la espadería y el producto estrella: el damasquinado. Fue introducido por los árabes a Toledo y su técnica consiste en incrustar oro o plata en hierro, bronce o acero, elaborándose sobre platos, pulseras, espadas y objetos de uso común.
La magia de Toledo está en sus tradiciones, en las leyendas que nos cuentan la historia en forma mítica, con tintes de fantasía y sombras de misterio. Vale la pena dejarse seducir y hechizar por una ciudad ligada a las aventuras de Don Quijote, insigne caballero. Para sumergirse en ellas visite El Arco de la Sangre, que es donde estaba la posada que Cervantes citara en el célebre relato.