Año CXXXV
 Nº 49.602
Rosario,
domingo  15 de
septiembre de 2002
Min 8º
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Una muestra perceptista resistida a los navajazos

En una demostración de la resistencia del ambiente artístico a su obra durante la primera muestra perceptista, que presentó Lozza en 1949, fueron tajeados dos de sus trabajos, que años después fueron significativamente comprados por el coleccionista Carlos Pedro Blaquier, quien le pidió que los dejara así "porque son historia".
La propuesta del artista era hacer un arte de ambiente, no de museos, que acompañara al hombre en su vida cotidiana, e incluso esperó una rápida receptividad por parte de los arquitectos. Pero esto nunca sucedió. Sus pinturas eran concebidas en relación con la pared, por eso las comenzó a realizar sobre placas esmaltadas que consideraba no como marcos, sino como recortes de muro. Las formas se integraban en relación con ellos por medio de cálculos "cualimétricos" y en base a una tabla de más de 4200 tintes clasificados.
Lozza desconfía de cualquier residuo de representación. Su propuesta es crear un objeto estético no alienante, en el sentido de que no se refiera a nada ajeno a sí mismo. "El perceptismo -explica- supera esa etapa intuitiva existente aún en la pintura abstracta y concreta, y suprime el dualismo entre color y forma. Al revolucionar las viejas normas, crea un nuevo concepto realista de estructura funcional. Al superar la vieja contradicción de forma y contenido, recurre al método dialéctico que reconoce el propio proceso de elementos materiales. En mi concepto y práctica del arte, forma y contenido constituyen un solo hecho real, indivisible, dado por la materia artística visible en su proceso mismo de creación e invención".
Y concluye en forma terminante: "Un arte de imitación, y no de transformación, no merece llamarse arte".


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