Raúl Lozza (1911), pintor y militante político, viene reivindicando desde hace más de 50 años tanto el sentido vanguardista de su obra, que evita todo ilusionismo, como el compromiso de modificar la sociedad.
Si bien su reconocimiento lo debe a sus trabajos perceptistas donde, desde fines de los años 50, combina formas planas sobre espacios que ofician como recortes de muros, entre sus "logros" incluye también hechos curiosos como haberle dado el nombre a la picana eléctrica, al denunciar su uso.
En los años 30, cuando visitaba periódicamente la cárcel por escribir leyendas con tiza contra la guerra en las calles de Buenos Aires, conoció los diferentes métodos de tortura que difundió a través de una publicación con epígrafes que le parecieron convenientes.
De larga trayectoria, y con la mayoría de los premios importantes argentinos en su haber, Lozza acaba de inaugurar una muestra retrospectiva en el Museo Castagnino (Pellegrini y Oroño), especialmente invitado por el Grupo Argentino del Color para el congreso que se realizó en la ciudad.
Con Rembrandt y Rafael
Lozza nació en Alberti, una ciudad en la provincia de Buenos Aires adonde su padre, amante de la literatura y el arte, había llegado a fines del siglo pasado. El nombre Raúl lo eligió su madre por ser el primogénito. Sus hermanos se llamaron Rafael (1912) y Rembrandt van Rijn (1913) en homenaje a artistas admirados por su progenitor.
Su infancia fue muy difícil, después del alejamiento de su madre que sufría una enfermedad psíquica y el suicidio de su padre en 1921, los tres hermanos fueron criados por una tía. En 1925, Lozza comenzó a trabajar como pintor y empapelador, oficios que había aprendido de su padre, y con los ingresos mantuvo a sus hermanos con cierta independencia. Por entonces los tres empezaron a copiar reproducciones de los grandes maestros clásicos e hicieron trabajos para el pueblo hasta que en 1928 realizaron una exposición.
El éxito en Alberti fue tal que las autoridades juntaron fondos para que los hermanos Lozza viajaran a Buenos Aires con sendas cartas para el director de la Academia de Bellas Artes, Pío Collivadino, y el presidente Hipólito Yrigoyen, con la expresa solicitud de ayuda para que pudieran viajar a Italia para profundizar sus estudios de pintura.
A poco de llegar a Buenos Aires y cuando todavía no habían podido entregar las cartas, se produjo el golpe de Uriburu, y los hermanos tuvieron que afrontar la situación defendiéndose como pudieron. Hicieron pintura de brocha gorda y decoración -que el artista continuó realizando hasta los 75 años-, pero por sobre todo sufrieron la falta de trabajo y se sumergieron en la bohemia.
En1933, Raúl se afilió al Partido Comunista y sufrió sucesivos períodos de cárcel, primero por hacer pintadas contra las guerras imperialistas y después por difundir las torturas en las cárceles.
Durante ese tiempo, realizó obras figurativas en su mayoría de denuncia para distintos medios hasta que comenzó a relacionarse con otros artistas y se interesó por el arte concreto, que se proponía hacer pintura sin referentes externos.
Durante el período de transición que concluyó en la no representación tuvo continuas discusiones con Antonio Berni, quien defendía un nuevo realismo dentro del partido. Su no adhesión a las ideas estéticas dictadas desde Moscú, sin embargo, no le trajo mayores inconvenientes con los camaradas e incluso siempre se consideró comunista. "En el partido -confiesa- combatían al movimiento (concreto), decían que estaba en una torre de cristal, que era una cosa deshumanizada, pero considero que era una crítica pequeño burguesa, era el humanismo burgués".
A mediados de la década del 40, Lozza se unió a la Asociación Arte-Concreto Invención y en 1946 firmó un manifiesto junto con Tomás Maldonado, Alfredo Hlito, Ennio Iommi, Lidy Praty, entre otros. En la proclama se señalaba que "la era artística de la ficción representativa toca a su fin. La estética científica reemplazará a la milenaria estética especulativa e idealista".
Sin dejar la cuestión política, la apuesta era a la invención, contra la "nefasta polilla existencialista o romántica" y contra "todo arte de élites" para realizar "un arte colectivo". El arte concreto, postulaban, habitúa al hombre "a la relación directa con las cosas y no con las ficciones de las cosas" y en ese sentido valoraban la función estética contra el "buen gusto". Para los artistas no se trataba de buscar ni encontrar, sino de inventar.
Sin embargo, un año después Lozza renunció a la asociación por cuestiones personales y diferencias sobre cómo resolver el problema de la relación entre la pintura y el lugar donde se instalaba.
Perceptismo
En 1948, Lozza procuró elaborar con el arte un sistema equivalente al científico, donde aquél no se convirtiera en un mero testimonio testimonio ilustrativo de éste, sino que adquiriera un carácter acorde a los avances del conocimiento de la época.
Sus teorías y experiencias lo condujeron a las fórmulas del perceptismo. El objetivo era producir obras verdaderamente concretas, a través de la estructura abierta, sistema proyectual regido por líneas de fuerza centrífugas que permite definir las formas, la cualimetría de la forma plana con la que se controla y ajusta la relación forma-color, y la noción de campo colorido, que relaciona la obra con el lugar en el que se instala.
En 1949 realizó su primera exposición de pintura perceptista en la que señalaba que "difiere de las demás escuelas abstractas y concretas en el hecho fundamental de haber logrado por primera vez la realidad del plano-color, un nuevo concepto de estructura consustanciado con el proceso práctico de los medios visibles de creación, y la superación de las contradicciones entre forma y contenido, razón de ser del arte representativo y pesadilla del arte abstracto".