El 8 de mayo de 1996, Osvaldo Angel Gayetano Sosa, más conocido como el Tochi o el Loco, apareció en las pantallas de televisión cuereando un gato y desató la polémica. Mientras el propio intendente Hermes Binner lo acusó de haber recibido 100 pesos para "montar un show", los villeros locales comenzaron a recorrer los sets televisivos porteños asegurando que en esta ciudad la gente comía gatos por hambre. Desde ese día, el apodo de comegatos acompaña a los rosarinos como un molesto y cruel estigma. Hoy, seis años después, el Tochi Sosa sigue insistiendo en su inocencia. Vive en la misma villa de siempre, en Ayolas y el acceso sur, y sale todos los días a cirujear con su carro por las calles del centro. "Yo maté el gato para que comieran los chicos, no sabía que estaban filmando", asegura.
En el barrio todos lo conocen. El Loco Tochi es una figura popular. Hay quienes le dicen el Comegatos, pero el apodo no lo molesta en lo más mínimo. "Nunca pensé que el comer un gato iba a generar tanto quilombo", confiesa, al tiempo que aclara por enésima vez que "nadie" le pagó para montar una especie de show.
Nació hace 42 años en el barrio porteño de La Boca. Trabajó en una empresa de recolección de residuos y estuvo preso doce años y diez meses por robo calificado y homicidio.
Todos los días, los chicos que pueblan la villa de Ayolas y el acceso sur hacen cola frente a su rancho para recibir un vaso de leche. "A mí me dan una botella en el comedor comunitario, pero nunca me la tomo. La reparto en vasos y se las doy a los chicos. No puedo ver a una criatura con hambre, les doy lo que no tengo con tal de no verlos así", dice con la voz quebrada y los ojos enrojecidos.
El Loco es un tipo humilde. Vive en un rancho en el corazón del barrio "que a veces se llueve y hay que correr el colchón porque se moja todo", y sale a diario con un carro a recorrer la ciudad. "Cuando hay partido me acerco hasta la cancha de Central Córdoba a cuidar autos y ahí también hago algunas monedas", agrega.
Recuerda que la idea de comerse un gato se le ocurrió como un intento de "frenar la malaria. La gente tenía mucho hambre y un día hablé con un muchacho y le dije que iba a matar un gato. Yo ya había visto a dos que estaban muy lindos por la zona de Necochea y Cochabamba. «Manoteo, lo mato y lo hacemos al otro día», le dije y eso fue lo que hice", asegura.
"También me comí un perro"
El Tochi jura que "no sabía que la televisión lo estaba filmando" cuando tiró los gatos a la parrilla. "Estaban grabando todo desde arriba del puente y yo no lo sabía", asegura.
Después vendría el raíd televisivo y el desembarco de los villeros locales en programas como "Hora Clave". Allí, con Mariano Grondona como mediador, se enfrentaron con Binner, quien aseguró que todo había sido armado. "Tiraron esos bifes de gato en una parrilla que estaba llena de sábalos que ya estaban asados y cocinados para montar un show", dijo por entonces el intendente.
Lo cierto es que tiempo antes de comerse un gato, el Loco confiesa haberse comido un perro. "Me comí un sandwich de perro que me regaló un filipino en el puerto, y la verdad es que es mucho más rico que el gato", aclara.
El Tochi asegura que hoy el barrio "está mucho peor que en el 96. Los políticos se llenan la boca diciendo pavadas mientras acá hay gente que se está muriendo de hambre. Se matan cirujeando todo el día para poder comer algo. Buscan en la basura como perros. Esto parece una guerra", dice mientras los ojos se le vuelven a humedecer.
Se confiesa como "un gran admirador del Che Guevara" y hasta recuerda que se había dejado la barba y usaba una boina para parecerse a él. "Esa gorra me la pidió como recuerdo una chica del barrio", admite con picardía \El Loco se siente usado. Dice que después de que se comieron los gatos, "mucha gente recibió comida y ropa", pero a él no le llego nada. "Me usaron, pero no me importa. Yo quería todo para los pibes y no buscaba nada a cambio", asegura.
Después, baja la cabeza y parece meterse muy dentro suyo. Allí donde sólo él sabe a ciencia cierta qué fue lo que pasó aquel 8 de mayo de 1996.
Después de seis años, el barrio sigue peleando una dura batalla contra la miseria. No se ven las imágenes de gente comiendo gatos, pero la realidad es tanto o más dura que aquella vez. Mientras, el Tochi Sosa sigue cirujeando.