Año CXXXV
 Nº 49.501
Rosario,
sábado  14 de
septiembre de 2002
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Nueva York
Turismo morboso en el Ground Zero
El lugar se ha vuelto objeto de banal peregrinación turística y la tragedia, una mercadería

Ricardo Luque / La Capital

Nueva York (enviado especial). - La muerte ejerce una atracción irresistible. Si no, qué hace toda esa gente que cada mañana va hacia el enorme cráter que quedó después del atentado terrorista del 11 de septiembre, donde estaba el World Trade Center. Ahí no quedan más que las secuelas de los ataques: un profundo y amplio agujero en la tierra donde cientos de operarios se afanan en limpiar el terreno y una cruz, formada por dos vigas de hierro, el único vestigio de la estructura de las Torres Gemelas que sobrevivió a la catástrofe.
Igual miles de personas llegan a diario hasta el corazón del distrito financiero de la ciudad para ver el fantasma de los rascacielos más altos del mundo, una maravilla arquitectónica que un arrebato fundamentalista echó por tierra de un solo golpe. Van con el mismo ligero interés con el que visitan las pirámides de Egipto, suben a la Torre Eiffel y pasean por la Muralla China. No se preocupan por la carga emocional que tiene el lugar para los neoyorquinos que trabajan y viven en el barrio y sufrieron en carne propia la tragedia.
* Turistas con cuentagotas. El paseo no figura en ninguna guía de turismo, pero es inevitable para los turistas que, con cuentagotas, llegan a la ciudad. Porque, al quedar en evidencia que Estados Unidos era tan vulnerable como cualquier otro país del mundo, el número de visitantes a sus principales ciudades cayó en picada. Tanto es así que la gente que trabaja en la industria, ya sean agentes de viajes, guías, conserjes o mozos, agradecen cálidamente a los que eligen viajar, sobre todo por estos días, a Norteamérica.
Y no se equivocan al hacerlo. Llegar al aeropuerto de Dulles en Washington DC inevitablemente despierta cierto nerviosismo. Y no es para menos, desde ahí partió el vuelo de American Airlines que terminó estrellándose contra uno de los laterales del Pentágono y matando 184 personas.
Lo mismo sucede cuando se pasea por el downtown (el centro) neoyorquino y el aire se llena con el sonido de la sirena de un camión de bomberos o el repiqueteo de las aspas de un helicóptero. Y lo peor es que sucede todo el tiempo; desde siempre así fue, es y será la ciudad y, por lo visto, nada ni nadie va a poder cambiarla. Quizás los turistas que peregrinan hacia el Ground Zero persigan esa sensación de inseguridad controlada que se respira en el lugar.
* Merchandising del 11S. Puede empezar en cualquier parte, aunque naturalmente el recorrido por las cercanías del Ground Zero comienza en St. Paul Chapel, donde una muestra de fotos evoca la tragedia. Las rejas que rodean los jardines de la capilla, cubiertas de banderas, carteles y ofrendas de flores, rinden homenaje a las víctimas y héroes del 11 de septiembre. La iglesia, una de las más antiguas de la ciudad, ofrece además un completo programa de servicios religiosos para confortar a los fieles que llegan hasta el lugar.
Lo curioso es que las veredas que rodean al templo se han convertido en un mercado donde se ofrecen todo tipo de souvenirs de la tragedia. Desde fotos de las Torres Gemelas, ya sea iluminadas por la luz de la luna como envueltas en humo y llamas, hasta publicaciones que relatan con lujo de detalles lo que sucedió la mañana que se estrellaron los aviones piloteados por terroristas suicidas. También venden las tradicionales calcomanías con la leyenda "Yo amo Nueva York", aunque sería más correcto que dijeran "Yo amo el dinero".
Basta cruzar Church St. para encontrarse con la reja de casi cuatro metros de altura que rodea el solar donde estaba el World Trade Center. Desde ahí se puede ver poco y nada, salvo, claro, una enorme cantidad de turistas obsesionados con sacarse fotos de espaldas al Ground Zero. Llegan de todo el mundo, con el mismo morboso interés. Sobre la verja se instalaron una serie de murales que recorren la historia del solar donde se emplazó el World Trade Center, desde 1915 hasta el 11 de septiembre de 2001. Pueden verse imágenes de la construcción del complejo hasta la fuente que se edificó en homenaje a las seis personas que murieron en el atentado con un coche bomba registrado el 26 de febrero de 1993 en los sótanos de las Torres Gemelas. Hay también una vista panorámica, tomada desde la costa de New Jersey, que es el tributo lumínico que se montó a los seis meses de la caída de los edificios.
* Trepados a la reja. Sobre el lateral sur del Ground Zero se instaló un mirador al que puede accederse caminando por Liberty St. La vigilancia es mínima, pero estricta. No se permite trepar a la reja para tomar fotos, aunque los turistas hacen caso omiso de las indicaciones y se encaraman a los barrotes y hacen equilibrio, tomándose de la estructura con una mano y con la otra apuntando sus cámaras al profundo pozo donde todavía se trabaja en la remoción de escombros. ¿Qué fotografían? Palas mecánicas, camiones y una pared que formó parte de los cimientos del complejo. No hay nada más que ver.
Igual, un día después del acto de homenaje a las víctimas de los atentados, en el lugar había una gran cantidad de gente que caminaba de un lado a otro sin saber bien qué hacer. Parecía desorientada y realmente lo estaba. Y ni siquiera el relato que a viva voz hacía un hombre parado junto a la reja consiguió ubicarlos. No lo escuchaban. Si no, se hubiesen dado cuenta de que de las desgracias que vivieron la mañana del 11 de septiembre de 2001 los que estuvieron en el World Trade Center merecen respeto.



Visitantes observan el hueco dejado por las torres gemelas.
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