| | 11S: Antrax, la muerte venía por correo
| Pascal Barollier
Washington. - La preparación contra una amenaza bioterrorista se hizo urgente en el espíritu de los estadounidenses en la semana siguiente al 11 de septiembre, una psicosis a la que las cartas contaminadas con ántrax dieron fundamento menos de un mes más tarde. Desde el 15 de septiembre, el secretario de Defensa, Donald Rumsfeld, advertía desde una cadena de televisión que los terroristas "pueden amenazarnos con una guerra química, biológica". Quince días más tarde era toda la administración estadounidense la que se movilizaba para tratar de calmar la psicosis que se apoderaba del país, con el secretario de Salud, Tommy Thompson, contando las existencias de vacunas, antibióticos y equipos médicos distribuidos en todo el país. "Estamos preparados para enfrentar toda situación y las consecuencias de un ataque bioterrorista de cualquier naturaleza". Los primeros detectores de sustancias químicas instalados en camiones del ejército comenzaban a aparecer alrededor de la Casa Blanca, y el subterráneo de Washington se equipaba para detectar productos tóxicos en su sistema de ventilación. El cielo estaba en el centro de la paranoia, con restricciones impuestas a los aviones fumigadores de plantaciones, que parecían haber interesado a Mohammed Atta, jefe de los aeropiratas del 11 de septiembre. Sin embargo, el ataque real tomó forma de inocentes cartas timbradas con estampillas de 34 centavos de dólar contaminadas con el bacilo del ántrax, expedidas desde una pequeña localidad de Nueva Jersey y destinadas a medios de prensa y a algunos congresistas. El editor de fotografía de un tabloide de Florida fue el primero en morir, el 5 de octubre, de carbunco, que es la enfermedad provocada por esta bacteria. Los atentados provocaron cinco muertos en total. Un presupuesto de emergencia de 918 millones de dólares fue desbloqueado para el año fiscal en curso y en mayo de 2002 el Congreso votó una partida de 2.900 millones de dólares para los programas de formación, compra de equipos y medicamentos. Lenta y sin resultados hasta el momento, la investigación sobre las cartas contaminadas se orienta hacia el medio científico estadounidense, por la similaridad de la cepa de la bacteria utilizada y el modo de tratamiento químico de sus esporas con las prácticas de los laboratorios estadounidenses. "Hubiera podido ser mucho peor. Permanecemos en estado de alerta a un nivel extremadamente elevado", estimó Jim Hughes, director del Centro para las Enfermedades Infecciosas. (AFP)
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