| | Editorial La lección del deporte
| Una persistente dosis de racionalidad y entrega parece querer mostrarle al país cuál es el revés de la trama o el otro lado de su drama y ha tomado como paradigma el deporte. Es que nuevamente una disciplina puso a la Argentina en el primer plano de las competencias internacionales generando una imagen positiva de fuerte contraste con la realidad política, económica y social. Tal como ocurrió una semana atrás con el seleccionado de hockey, llegando a la final en China, anteayer fue el turno del básquet, en Estados Unidos, disputando una final del campeonato mundial inimaginada, calificada de hazaña, y de la que todos los especialistas desparraman elogios. La gesta, desde luego, tiene varias aristas para analizar y ya se ha dicho bastante, pero lo que llama singularmente la atención es que los propios argentinos se hallan visto sorprendidos con el desempeño de sus equipos. En este caso, vale recordar que el básquet viene trabajando con buen criterio desde hace varios años y prueba de ello son los títulos sudamericanos de clubes, panamericanos y las disputas intercontinentales. No obstante, en seleccionados, no se había conformado un equipo altamente competitivo, de allí el gran valor que tuvo la tarea del equipo técnico, tanto en la selección de los jugadores como en el espíritu del juego que impartió. Convencidos de una dinámica y fortalecidos por la experiencia europea de muchos de sus jugadores, el equipo nacional sacó a relucir en Indianápolis sus condiciones de siempre: solidaridad, esfuerzo y una cuota de talento. Claro que también sumó el gran compromiso entre todos para lograr una mejor ubicación, eso que el ciudadano común suele denominar tener hambre de gloria o destino de grandeza. Y que se plasmó con el podio y la obtención de la medalla de plata. Tal como se vio, no existen mayores secretos para el progreso de una disciplina y, en rigor a la verdad, debería resultar más que aleccionador para otros planos de la vida institucional argentina. Porque el país cuenta con una gran reserva de inteligencia, pese a la gran cantidad de profesionales y científicos que han emigrado; existen los recursos naturales y una población dispuesta a realizar esfuerzos cuando la causa es digna, honesta, independiente y en procura del bien común. Sólo se requiere convocar a los mejores, en valores, en capacidad y en voluntad. A los más sensatos y razonables. Seguramente entonces, tal como hoy sucede en el deporte, la ciudadanía podrá recuperar la confianza en sus dirigentes y la República reencontrarse con el camino perdido de progreso sostenido y unión en la diversidad.
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