Año CXXXV
 Nº 49.591
Rosario,
miércoles  04 de
septiembre de 2002
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Un lugar para aprender con el río Paraná como escenario
Vivencias cotidianas de un día de clases en la escuela de la isla El Espinillo
Los chicos reciben educación desde el nivel inicial hasta el 9º año de la escolaridad básica

Si no fuera porque a crisis económica y social llega a todos los rincones de la Argentina, podría afirmarse que la Escuela Nº1.139 de la isla "El Espinillo" es el lugar ideal para aprender. El escenario donde se enseña y trabaja con las primeras lecturas y escrituras es nada menos que una isla, bordeada por el Paraná y donde la ciudad se dibuja desde lejos.
Las clases empiezan cuando Liliana Scavuzzo, su directora, maestra y tutora -ejerce los tres cargos y otros más en forma simultánea- arriba con su embarcación. Liliana, la maestra de la isla, confiesa que paradójicamente no sabe nadar. Junto a ella llega, desde hace cinco años, la maestra de nivel inicial, Alicia Vicintini. Poco a poco los 33 chicos que cursan entre el nivel inicial y el 9º año de la EGB llegan con sus cuadernos. La mayoría lo hacen a pie, pero también están, como el caso de Pamela de 13 años que viene junto a sus tres hermanos, quienes llegan remando su canoa.
"Lo más importante de esta escuela no es que estamos en la isla, sino que trabajamos con continuidad lo que nos garantiza buenos resultados. Aquí estamos para dar clases", dice Liliana. Desde que en el 2000 se implementó el tercer ciclo de la EGB, la directora asegura que puede comparar mejor cómo aprenden sus alumnos. "De hecho hay chicos en el polimodal en escuelas de Rosario", agrega.
Los profesores itinerantes -se turnan dos por día quincenalmente- aprueban los dichos de Liliana sobre lo que saben sus alumnos. Mariana Pfeuti, docente de ciencias sociales, y Gerardo Travaglia, de tecnología, acuerdan en "que se trabaja muy bien y que los chicos responden a las tareas que le dejan para hacer en su ausencia, aunque se lamentan de no contar con más horas cátedra para el desarrollo de sus clases.
La escuela se presenta muy bien equipada en cuanto a recursos para trabajar en el aula. Libros, videos, y material para experimentar no faltan. Aunque el ambiente que rodea a la escuela parece poner al alcance la mano todo lo necesario para aprender.
Los libros ocupan en esa escuela un lugar especial. Pamela muestra un cuento de Ana María Shúa, María Isabel que tiene 11 años y se muestra como la más tímida, se levanta de su banco para buscar su autor preferido: Horacio Quiroga. Para Daniel, también de 11 años, la mejor de las escritora es Graciela Montes. "Me gustan estas historias, porque son lindas y amorosas", dice el nene mientras saca de la biblioteca la colección de las historias de "Federico", escritas por Montes.
Todos los cursos -a excepción de los tercer ciclo- comparten el mismo salón. Así mientras la directora y la maestra de nivel inicial ayudan a buscar material, cortan papel higiénico para los más chicos y corrigen cuadernos, los chicos se turnan para esperar la tarea del día. Yamila, que tiene 8 años, dice que le dan trabajo las cuentas de multiplicar. Rocío, de 6, pasa las hojas de su cuaderno para mostrar sus dibujos y Carla, de 8 años, habla de sus gallinas que prácticamente ocupan el lugar de una mascota en su casa.
"Aquí no nos aburrimos, tenemos árboles, cazamos pajaritos y jugamos a la pelota" es la afirmación en la que coinciden los chicos cuando se les pregunta si se irían a la ciudad a vivir. Y es cierto, a nadie escapa que el lugar se presenta como ideal, al menos para quienes hacen de la tarea de enseñar y aprender una vocación cotidiana.



Los alumnos de la Marcos Sastre no faltan a clases. (Foto: Silvina Salinas)
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