| | Editorial La forma cooperativa
| El país viene sobreviviendo con mucho esfuerzo a una crisis económica tan inesperada en su extensión temporal como en sus alcances sociales, prácticamente no existe sector de la población que no haya sido afectado. Para dimensionarla mejor basta con repasar las últimas cifras de desocupación del Indec o bien las que se brindaron sobre el crecimiento de la pobreza. Y es que la fuerte caída de la producción ha llevado al cierre de miles de empresas, dejando en la exclusión a sus empleados, sin que para ellos medie posibilidad alguna de reinsertarse en el mercado laboral, ya que las que permanecen también debieron reducir sus costos para poder seguir produciendo. Por eso no sorprende que, en este contexto, haya ido resurgiendo a largo de todo el territorio nacional una vieja herramienta de producción solidaria con resultados positivos: las cooperativas de trabajo. Empleados y trabajadores que se resistían a la desaparición de su fuente de trabajo y, sin otro horizonte que la indigencia, se lanzaron al desafío de gerenciarlas. Y lo hicieron con tan buen criterio y voluntad que en la mayoría de los casos han logrado reflotarlas manteniendo los empleos y con expectativas de incrementar la producción. Según datos del Movimiento Nacional de Empresas Recuperadas (MNER), organismo surgido hace seis meses, en el país ya existen unas 80 empresas autogestionadas, y con ellas unas 10 mil familias han podido eludir el drama del hambre y la desocupación. En Rosario, la experiencia más notable ha sido la de la carrocera DIC, donde las familias, desde las carpas instaladas en la empresa para impedir su cierre, fueron gestando la idea de gerenciarla. Pero también es destacable la de la fábrica de pastas Mil Hojas, donde los empleados a fuerza de experiencia deben tomar importantes decisiones económicas y financieras. Y el próximo desafío a observar es el del supermercado Tigre, que será autogestionado a partir de esta semana. Desde ya que este recambio en las formas de trabajo no es lo que se pretende como salida para la emergencia laboral; lo ideal sería que regresaran las inversiones de capital, con empresarios responsables. Pero las cooperativas no dejan de ser un paliativo valioso, con resultados alentadores, que bien podrían extenderse a cientos de establecimientos hoy cerrados, y que se reactivarían rápidamente con solo abastecer el mercado interno. Por otra parte, ponen en evidencia la gran incapacidad o negligencia empresarial que hemos tenido, responsable en parte del lamentable cuadro de situación del país.
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