Año CXXXV
 Nº 49.590
Rosario,
martes  03 de
septiembre de 2002
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El Flaco Menotti lo hizo

Mauricio Tallone / La Capital

El frío de marzo serpenteaba sobre la cancha del pozo de la ciudad deportiva de Granadero Baigorria. Con su prestigio a cuestas, César Luis Menotti se aprestaba a desandar los primeros pasos de su episodio como técnico de Central y un ramillete de pibes, acaso de 11 y 12 años, se le abalanzaron para saludarlo. No tenían uso de razón cuando el Flaco edificaba su parcela de gloria, pero igual lo reverenciaban, como si hubieran estado allí. Como si ellos también hubiesen vitaminizado ese respeto unánime que fue marca registrada del ciclo que amaneció tras la conquista del Mundial 78. Esos chicos tampoco vieron a San Martín cruzar Los Andes y saben que lo hizo, así que quizás sea ocioso teorizar demasiado sobre la anécdota.
Pero lo cierto es que desde el domingo 1º de septiembre del 2002, esos pibes ya no tendrán necesidad de pegarle un vistazo a la historia para conocer el recorrido que después tomó la trayectoria de Menotti. Fueron testigos privilegiados del día sublime en que Central, ¡Su Central!, aplastó 22 años sin triunfos canallas en el parque Independencia.
Leyendo las columnas de estas descripciones, evocaciones y valoraciones de archivo, ayudan a componer el perfil de un pasional atemperado tan discutido como imprescindible en los últimos treinta años del fútbol argentino. Porque detrás del rigor verbal y conceptual con que se concilia la cuestión late el corazón de un canalla de ley. Un soñador cuyo cuño estético siempre estuvo apoyado en un discurso noble, y no en la arenga de los vendedores de ilusiones más prosaicas.
Si hasta pareciera que el Dios tiempo no ha sido impiadoso con el Flaco. Si hasta pareciera que esa idea esencialista de una forma de jugar, que supo marcar a fuego al futbolista criollo en el nacimiento de los setenta, se transformó con algunos meses de vida en el manantial de fútbol donde suele beber este Central que conduce. Un equipo que el mismo conductor se animó a decir que toca a tres bandas. Porque es vistoso y eficaz, mezcla del azar y de su buen ojo. Casi un calco, épocas y gustos al margen, de aquel Huracán del 73 que construyó una de sus primeras experiencias como entrenador y en el que también intervinieron sus sentimientos.
Precisamente la polea de transmisión de estas líneas hoy contemplan un tinte sentimental. Porque 24 horas después de una jornada épica para los canallas no hay margen para obviar la descripción de esas miradas que revelan lo que muchas veces esconden las palabras. Ahí, en pleno césped del otrora inconquistable Coloso, con miles de leprosos todavía masticando bronca, en el momento más caliente del festejo canalla, en el instante en que brota lo espontáneo, había que ver cómo se miraban el Flaco y sus jugadores. Se observaban a los ojos. De uno a otro, en un viaje mental de ida y vuelta repentino como un rayo, surgían pruebas nítidas de agradecimientos. Es que Menotti y Central constituyen un matrimonio fiel, sin recovecos para las traiciones. Porque desde que el Flaco monitorea los movimientos canallas se ha vuelto a despertar una recurrente esperanza, basada en la creencia de que un equipo juegue como habla su entrenador.



Menotti, el técnico que sepultó la racha negativa.
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